El drama del paro 'aparca' en Porvera
Los despedidos en la céntrica calle tras los cambios de tráfico relatan la angustia que están pasando y piden al Gobierno que deje la vía como estaba, tras la pérdida de numerosos aparcamientos
Actualizado:Los cambios circulatorios llevados a cabo en calle Porvera debido al Plan de Movilidad, con la puesta en marcha principalmente del carril bus, han originado dos noticias. Como se suele decir, una buena y otra mala. La menos mala es que se han eliminado aparcamientos y se ha acabado con la ilegalidad de la doble fila; la peor es que el drama del paro, que en esta ciudad supera la cifra de 25.000 personas, ha estacionado en varios negocios de Porvera, y sin pagar el ticket de la ORA.
Ya son cinco los despidos que se han producido en este céntrico vial (en la farmacia 24 horas y en dos negocios de restauración) y van a ser más, como mínimo casi una decena si se sigue produciendo esta sangría a causa de las modificaciones, la «puntilla» como dicen muchos a una situación adversa que ya existía con la crisis económica. O recesión, que ya se puede decir oficialmente en España. Los comerciantes agrupados en la plataforma Porvera Viva, de hecho, además de llevar a cabo protestas contra el Ayuntamiento (por ahora las negociaciones no han sido fructíferas), va a crear un censo con todas las bajas que se produzcan.
Uno de los negocios más afectados, y que ha abanderado las reivindicaciones desde aquel fatídico (para la calle, se entiende) 12 de enero, fecha de comienzo de los cambios, es la farmacia. Dos trabajadores de este negocio ya han comprobado en sus carnes por qué el Plan se llama de Movilidad y pronto estarán en la calle.
Uno de ellos es Rafael Jiménez, que relata el drama que está sufriendo a este medio: «Con el despropósito que se ha hecho, voy al paro. Tengo 41 años y para mí cada vez es más difícil encontrar un empleo; ahora que había encontrado algo estable...». Rafael se queda sin palabras y recuerda con cierto temor un acontecimiento que en otras ocasiones sólo le aportaba satisfacción: «Pronto es la comunión de mi hija y ahora hay que buscar el traje de ella y de mi mujer. La hipoteca de la casa está a medias y el coche y todos los gastos de la vivienda hay que pagarlos».
Adiós a la estabilidad
Pero ahora, solamente le queda «echar los papeles del paro, una situación en la que no creía que me fuera a ver». A ello hay que sumar el miedo, ya que «antes el desempleo lo cobrabas el mismo mes y ahora te viene cada cuatro o cinco, según tengo entendido».
Rafael explica que, para rizar el rizo de las penurias por las que atraviesa esta ciudad, su mujer tampoco tiene trabajo. «Ahora que yo había encontrado estabilidad y de buenas a primeras esto deja de funcionar», se lamenta, para comenzar a pensar de nuevo en echar currículums.
Como él, otros compañeros de la farmacia saben que también irán a la calle en breve. No les consuela saber que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, piensa en ellos cada noche e incluso le cuesta dormir. Ni a él, ni a ninguno de los despedidos o los que están a punto de despedir en la calle Porvera.
Especialmente mosqueado, y con mucha razón, está Jesús Partida, camarero de La Cañita y otro de los daños colaterales de las modificaciones de tráfico.
«Entre esto y la crisis, el dueño ha tenido que despedir a dos personas, yo y el cocinero», asegura, ya que «han bajado mucho las ventas: la cosa está muy mal, fatal», remacha. Con el dedo señala a su hijo, que su mujer lleva en la cuna: «Ella ya está cobrando el paro, igual que yo ahora, así que tú me dirás», pregunta retóricamente.
«Ahora mismo -añade- yo ya estoy buscando algo, pero está la cosa muy complicada». Todo el mundo lo sabe; no hace falta ser experto en Economía ni hablar de recesión, de PIB, de IPC... Jesús llevaba ya tres años trabajando en La Cañita y ocho en el mundo de la hostelería, «desde los 15 años y tengo 23», puntualiza.
Todo muy tranquilo, «hasta que llegó doña Pilar Sánchez con sus inventos», afirma tajante.
Su hermana, Mónica, que trabaja en el bar de al lado, La Tertulia, tampoco lo tiene fácil. A ella no la han despedido, pero la han pasado a media jornada y da incluso gracias, reflejo de lo difícil que está la cosa: «He entendido perfectamente que mi jefe tenga que hacer esto, viendo lo que ha pasado», indica, ya que «con la crisis el negocio no funcionaba como debería y esto ha sido como la puntilla».
El propietario del negocio, Pedro Incierte, tiene un apellido que parece para la ocasión: «Esta calle tenía mucha particularidad, ya que los clientes se acostumbraban a parar un momento. Además, era el último reducto de entrada al centro», asegura.
«Ya sabemos que la doble fila está prohibida, pero la crisis no ha sido buen momento para hacer una remodelación y meter varias líneas de autobuses, además de que no ha estado bien programado», dice Pedro, que critica la «improvisación absoluta». Aún así, el hilo de esperanza radica en que «la alcaldesa ha dicho que esto es provisional, con lo que esperamos que atienda los requerimientos de los empresarios».