'Camino' arrincona a 'Los girasoles ciegos' y arrasa con seis Goyas

El primer Goya de la noche, el de mejor actor de reparto para Jordi Dauder, ya vaticinó lo que iba a ocurrir. Un runrún apuntaba a Camino como vencedora de la 23 edición de los Premios de la Academia; por algo TVE tenía previsto emitir El milagro de P. Tinto, la ópera prima de Javier Fesser, después de la gala. Pero nadie preveía que casi haría pleno: siete candidaturas y seis estatuillas, hundiendo en la miseria a la favorita, Los girasoles ciegos, que tuvo que conformarse con un Goya al guión adaptado para Rafael Azcona, de claro carácter póstumo. Y eso que aspiraba a quince. El truco del manco y Los crímenes de Oxford se fueron a casa con tres premios cada una.

Inspirada en hechos reales, Camino recrea el martirio de Alexia González-Barros, la hija de una familia del Opus Dei que murió a los catorce años a consecuencia de una dolorosa enfermedad que la dejó postrada en la cama. Una superproducción de cinco millones de euros que no fue el taquillazo esperado -recaudó 1,2 millones- y que retrata a los religiosos de la Obra y a los médicos de la Clínica Universitaria de Navarra como una secta de fanáticos sin sentimientos.

Camino proporcionó el premio de mejor actriz a Carme Elías, que a sus 58 estupendísimos años casi parecía una recién llegada al cine -todavía la recordamos de la serie Turno de oficio- al lado de competidoras como Maribel Verdú y Ariadna Gil. Elías resulta escalofriante en el papel de una madre que reprime su sentimiento más visceral, el maternal, en aras de la fe fanática. Una esfinge fría y terrible, que llega a decirle a su agonizante hija que siente envidia de ella porque pronto conocerá a Jesús.

La más fotografiada, la estrella que más minutos posó en la alfombra verde encharcada por la lluvia fue Penélope Cruz, que se entrenó para el Oscar con el Goya como actriz de reparto. Pe recordó a Woody Allen y a «dos genios del cine español que nunca vinieron a recoger su Goya: Rafael Azcona y Fernando Fernán-Gómez». El mejor actor hablaba raro castellano. Benicio del Toro, el Ché, de Steven Soderbergh, reconoció divertido que ni siquiera había visto las otras películas.

Otro de los -previsibles- protagonistas fue Juan Manuel Montilla, El Langui, carismático líder de la banda de hip-hop La Excepción, ganador del Goya al actor novel y a la mejor canción. Aquejado de una minusvalía por falta de oxígeno en el parto, con los brazos y piernas semiparalizados, El Langui casi se interpreta a sí mismo en El truco del manco, una rabiosa historia de superación ambientada en el extrarradio. La película de Santiago Zannou, también mejor director novel, ha pinchado en taquilla: gracias a sus tres Goyas inicia una nueva vida comercial que puede hacerle justicia. El padre de Zannou, inmigrante de Benin, hasta besó a la concurrencia puesto en pie.

Chicas desnudas

Carmen Machi se fue soltando según transcurrían los galardones: su tono pomposo, glamouroso, parecía contenerse para no caer en el sarcasmo arrabalero de Aída. Se echaron de menos los reflejos de showmen como Wyoming y Corbacho, capaces de salirse del guión. Los sketches de Muchachada Nui aportaron la gozosa nota surrealista, aunque debieron descolocar a los espectadores que no conocen a Joaquín Reyes y compañía.

El momento más enternecedor llegó con Jesús Franco en silla de ruedas empujada por su compañera y musa desde hace 30 años, Lina Romay, destapada como en sus mejores tiempos. El tío Jess recordó a Juan Antonio Bardem y a la Cinemateca francesa, adonde se escapó de la grisura del franquismo para inventar un mundo de terrores góticos y chicas desnudas que un resumen de sus ¿doscientos títulos! resumió a la perfección.

Por lo demás, los Goya de la crisis resultaron ágiles y contaron con insistentes pullas a la piratería. «No sólo pueden ganar las operadoras de telefonía», acusó la presidenta, Ángeles González-Sinde.