Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
Editorial

A la expectativa

Actualizado:

l agravamiento de la crisis en Oriente Medio ha añadido motivos de preocupación a la agenda internacional de la Administración Obama, marcada desde su inicio por la guerra abierta en Afganistán y la aún irresuelta en Irak. La elevada participación registrada ayer en las elecciones provinciales iraquíes y la ausencia de incidentes relevantes pueden convertirse en un respiro en el objetivo de asegurar que la salida paulatina de las tropas estadounidenses se realiza en paralelo al asentamiento normalizado de los poderes institucionales del país. Este apaciguamiento adquiriría aún más valor en un escenario agitado por el enfrentamiento capital que se libra en suelo afgano, las renovadas tensiones entre Pakistán e India y la constatación de que vuelve a ser preciso rescatar de los escombros el proceso de paz israelo-palestino. Resulta elocuente que en medio de esa amalgama de dificultades, Obama haya identificado a Irán como el actor imprescindible para la estabilización de la región, reafirmándose en sus propios orígenes musulmanes para ofrecer un acercamiento a aquellos países de esa órbita que estén dispuestos a «abrir su puño». Es posible que el principal valor de esas palabras sea el de admitir lo obvio: que la dilatada ruptura de relaciones diplomáticas con Teherán no significa que EE UU pueda prescindir de un agente esencial en la zona más convulsa del planeta, y ni siquiera que eso sea conveniente dado que el régimen integrista aspira a convertirse en potencia nuclear y ejerce una poderosa influencia sobre Siria y sobre el extremismo de Hizbulá y Hamás. Pero las expectativas que está generando la modulación de la política exterior estadounidense no deberían entenderse poco menos que como un cambio obligado tras los fiascos de la era Bush, sino como una alternativa que precisa gestos de correspondencia por parte de aquellos a los que va dirigida.