Las cosas importantes de la vida
Actualizado: GuardarIba a escribir de la Aduana, bueno, más bien de esa señora delegada de Cultura (quisiera yo saber por qué cupo socialista entró) que después de varios años en política aún desconoce las reglas del juego cuando se sienta ante los medios de comunicación y se ofende porque, a su entender, le preguntan más de la cuenta de un tema que no le interesa. La verdad es que cada vez que habla la caga, pero encima el otro día cometió el error de pedir la identificación de los periodistas que se interesaban en aclarar cuando conoció el informe que dice que la Aduana seguirá en pie (de guerra, creo yo). Nadie le ha dicho a esta buena mujer que cuando se ostenta un cargo como el suyo, en caso de presión mediática hay que guardar las formas, aunque por dentro te estés acordando de los antepasados del periodista. Más de sobra cuando quienes preguntaban eran profesionales de los medios asiduos a las ruedas de prensa (no becarios recién llegados) que ella ya debería conocer si es que tiene algún interés por lo que ocurre en esta ciudad o se le olvida cuando coge el coche oficial de camino al Campo de Gibraltar, que es donde vive. En fin, son cosas que pasan pero que, en definitiva, sólo nos importa a quienes escribimos de esto y a los políticos que se pelean por ello. De hecho, el otro día comprobé que hay gente de Cádiz, Cádiz, que ni siquiera sabe dónde está la Aduana, ni le importa. A los ciudadanos 'normales' les preocupan otras cuestiones que quizás pasen por alto los políticos, un problema que nos contagian a los periodistas. He tenido que pasar horas en una sala de espera esta semana y les aseguro que allí nadie hablaba de la Aduana, ni de los críticos del PSOE ni de los espías del PP. Para matar el tiempo a la espera de buenas noticias la gente comentaba sus cosas en voz alta, de sus problemas cotidianos y de cómo está la vida. En la sala había un hombre esperando noticias de su hijo que había sufrido un accidente laboral mientras trabajaba sin contrato. «Ha dicho que se ha cortado en casa, usted sabe, hay que hacer chapuzas para sobrevivir, y más en los tiempos que corren», comentaba un padre resignado ante el futuro de su hijo, que pronto «va a darse de alta como autónomo y va a pedir una ayuda ICO, ¿sabe usted en qué consiste?», insistía el señor en darme conversación. Junto a él había una mujer lamentando la subida de precios en alimentos de primera necesidad y lo difícil que resulta llegar a final de mes. Mientras, las noticias que no llegan y la crítica por lo mal que funciona (no en todos los casos) la Sanidad, que te manda para casa tras una subida de tensión con la que casi te estalla la cabeza y ni siquiera te receta una pastillita por si te vuelve a subir. «Vaya usted a su médico de cabecera», que le da hora para cuatro días después, cuando uno en ocasiones ya no puede ni contarlo. No faltó en esa conversación improvisada entre desconocidos hablar de la chica desaparecida en Sevilla, Marta del Castillo, del miedo de los padres por la falta de seguridad, de los peligros de Internet y de las pensiones que no dan para mucho. La deformación profesional me hizo preguntarles por la Aduana y les aseguro que se encogieron de hombros, como la delegada cuando le preguntaron cuando conoció lo del informe.
POCO AMBIENTE
El Falla ya no es lo que era, como todo. Me lo contaba el otro día el periodista Joaquín Durán, gran conocedor de la fiesta y quien con Pedreño pasaba horas pegado al micrófono radiando el Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas. Eran otros tiempos, donde la gente no iba sólo a escuchar, sino a intrigar, negociar, charlar y beber. Me contaba Joaquín que incluso había un concejal del primer ayuntamiento democrático que gobernó en la ciudad tras la Dictadura que fumaba porros en el palco municipal. Pero en fin, eran otros tiempos.