TENSIÓN LATENTE. Unas mujeres hablan junto a la antigua Embajada norteamericana en Teherán. / AFP
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Irán recela de la magia de Obama

El régimen islámico aguarda «cambios reales» en la política exterior de Washington para revisar sus relaciones tras 30 años de enfrentamiento

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Después de treinta años de desencuentros y de estar varias veces al borde de la confrontación armada, el mundo mira con expectación al tímido cruce de declaraciones entre los dirigentes de Estados Unidos e Irán. La oleada de optimismo que invadió a la comunidad internacional tras la elección de Barack Obama recibió la cautela como respuesta de Teherán, cuyos mandatarios se escudan en las palabras del nuevo presidente demócrata para pedirle «cambios reales» en su política exterior. La postura oficial del régimen islámico, que sufre los rigores de las sanciones económicas debido a su programa nuclear, es la de «esperar los primeros movimientos de Washington», pero poco a poco sus hombres fuertes ya van detallando los cambios que esperan de Obama.

Mahmud Ahmadineyad, que envió una carta personal a su homólogo americano nada más conocer su victoria en las urnas, exige «disculpas» por los crímenes cometidos en el pasado contra el pueblo iraní y que se retire el apoyo incondicional a Israel. Manoucher Mottaki, ministro de Exteriores, por su parte, espera que «se siga el ejemplo de Irak en Afganistán» y se retiren las tropas. «Las amenazas y las promesas poco claras» tampoco son el camino para acercar posturas entre ambas potencias, según el jefe de la influyente Asamblea de Expertos, Ali-Akbar Hashemi-Rafsanjani, en respuesta a las declaraciones de Obama, que junto a la llamada al diálogo, asegura mantener «todas las opciones abiertas» para presionar a Irán en su carrera atómica.

«Obama no está en condiciones de cambiar un posicionamiento político tan radicalmente respecto a uno de los puntos fundamentales de la política exterior estadounidense, que se ha mantenido durante todas las administraciones, republicanas o demócratas, en Oriente Próximo desde 1980 hasta la actualidad», apunta Luciano Záccara, investigador de la Universidad Autónoma de Madrid especializado en política persa y autor de 'Los enigmas de Irán'.

La incógnita constante de una ataque militar con la que convive la República Islámica desde su nacimiento es precisamente uno de los puntos que explican para la profesora de Historia Contemporánea, María Jesús Merinero, la imposibilidad de una relación normal entre ambos países ya que «se trata de una amenaza continuada especialmente desde que en 2001 George W. Bush le incluyera en el eje del mal. Para equilibrar las relaciones se debe facilitar su integración en la Organización Mundial de Comercio, reforzar el apoyo a los sectores sociales más democráticos y abandonar injerencias internas».

El Irán que se erige ante Obama en 2009 no es el mismo que se encontró su antecesor en 2001. La República Islámica, que desde 2006 forma parte del club de los países con desarrollo nuclear, es ahora la gran potencia en la región y como confesó la ex secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, al diario Washington Post en mayo de 2007, «en este momento no hay nada que los iraníes quieran de nosotros y, por tanto, en cualquier negociación con ellos, seremos meros suplicantes».

Esto lo saben bien los dirigentes de la Unión Europea que desde 2003 tratan de mediar sin éxito en la crisis nuclear. Mientras que Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, exige el cese inmediato del enriquecimiento de uranio por temor a que el régimen islámico se haga con la bomba atómica, Teherán defiende que se trata de un derecho y que sólo persigue la obtención de energía con fines civiles. Dos posturas enfrentadas en las que ninguna de las dos partes está dispuesta, de momento, a dar el brazo a torcer.

Hamás y Hezbolá

La influencia iraní es decisiva en Líbano, a través de Hezbolá; Siria, país con el que comparte un pacto militar de defensa mutua, territorios palestinos, con un apoyo firme a la causa de Hamás; golfo Pérsico, por donde circula la mayor parte del crudo que se consume en el mundo; y sobre todo en los dos países donde EE UU mantiene desplegados a sus hombres en la «lucha contra el terror»: Afganistán e Irak. Sin olvidar la larga frontera que comparte con Pakistán, país al que poco a poco se ha ido ampliando el avispero afgano.

Su situación geoestratégica y la estabilidad interna del sistema, por tanto, le convierten en un socio imprescindible para el equilibrio de la región. Obama hereda una política exterior hacia Irán iniciada por Jimmy Carter y que desde la crisis de los rehenes de 1979 siempre ha sido muy tensa. En frente tiene, de momento, a Mahmud Ahmadineyad, un dirigente que «con sus desafortunadas intervenciones en temas referentes a la política exterior, especialmente en un asunto tan sensible como el Holocausto, no ha hecho más que granjearse la animosidad de parte de la comunidad internacional creando el descontento entre la propia sociedad iraní», destaca la profesora María Jesús Merinero, autora de Resistencia creadora en Irán. Además de la llegada de Obama, en pocos meses Irán celebrará elecciones y entonces se conocerá al responsable de liderar el posible cambio de actitud de Teherán respecto a Washington.