estancados
La economía ha dejado de ser un orgullo de gobernantes, banqueros e inversores, para convertirse en una incómoda compañera de viaje de la que nadie quiere hacerse responsable. Los últimos datos sobre el estancamiento del IPC deben hacer reflexionar a los capitanes de este globo, que antes ascendía a un ritmo frenético pero que ahora se ha quedado frenado, eso sí a una gran altura, y que amenaza con comenzar un descenso meteórico hasta la deflación. Admito que este término me suena muy mal pero su significado, según he conocido en los últimos días, puede hacer feliz a más de uno, pensando que si los precios de los productos no suben, beneficiarán a los consumidores. Sin embargo, según los especialistas puede provocar que la gente prefiera esperar a que bajen aún más, pero a su vez esta paralización del mercado generará más paro porque las empresas no podrán facturar lo necesario para evitar el ERE.
Actualizado:En tiempos de bonanza nos acostumbramos a un nivel de vida superior. El ladrillo se convirtió en nuestro baluarte para hacernos pensar que todo inmueble iba a tener un valor superior al actual. Los ciudadanos y los pequeños empresarios se embarcaron en préstamos e hipotecas para poder tener más solvencia y así consumir e invertir más, sin miedo a que los tiempos cambiasen. Ahora salen a la luz los datos de 2008 para reflejar que el crecimiento en esos doce meses casi no ha existido y es menor que el de la media europea, pese a que en los últimos ocho años siempre había sido superior. Mi amigo Paco tiene una pequeña constructora desde hace tiempo y cuando las cosas iban bien le pregunté si no había pensado en introducirse en la promoción de viviendas, a lo que me contestó que no veía claro un camino que le parecía resbaladizo. Ahora el tiempo le ha dado la razón, pero los efectos colaterales de esta crisis nos afectan a todos, incluso a él.