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Obama iguala a las mujeres
El presidente firma su primera ley en homenaje a Lilly Ledbetter, luchadora por idénticos salarios
Actualizado: GuardarLilly Ledbetter iba en el tren que llevó a Obama hasta Washington para su toma de posesión. Para él era el final de «un viaje improblable» de dos años. Para ella, el de una década de lucha por su propia dignidad y la de todas las mujeres que han sido discriminadas en su trabajo con cada cheque que cobraban. «Es apropiado que con la primera ley que firmo, la ley Lilly Ledbetter de restauración de una paga justa, estemos manteniendo uno de los primeros principios en los que se fundó nuestra nación: que todos somos creados iguales y cada uno merece la oportunidad de alcanzar su propia versión de la felicidad», dijo ayer el presidente.
Había más lágrimas en la Sala Este de la Casa Blanca que cuando Obama firmó la orden ejecutiva para cerrar Guantánamo. Lilly Ledbetter, una mujer de Alabama que trabajó de supervisora en una fábrica de llantas, donde sólo había hombres en su puesto, contuvo la emoción cuando el presidente la abrazó. Luego, apretó las manos de una amiga de armas y ambas se quedaron allí, con las manos cogidas, mirándose y tratando de disimular las lágrimas que se les escapaban frente a las cámaras.
Amenaza de Bush
Estaba presente Hillary Clinton, la mujer que no logró romper el techo político de su género, pero que le hizo «18 millones de grietas». Y Nancy Pelosi, la primera mujer portavoz del Congreso que acaba de resucitar esta ley, después de que los republicanos la tumbaran en abril pasado. Ahora los demócratas tienen mayoría y George W. Bush ya no puede ejercer su amenaza de vetarla. Según él, abriría la puerta a una «inundación de demandas» y «atribuiría a las empresas una tremenda carga» al tener que afrontar las demandas de las mujeres que han sido discriminadas durante años. Cada mujer blanca gana en EE UU 78 centavos (0,60 euros) por cada dólar que gana un hombre blanco en el mismo puesto. Ser mujer y negra es doble cruz: 43 céntimos por cada euro de un hombre blanco.
Lilly trabajó durante 19 años en la fábrica de llantas Goodyear de Gadsden (Alabama). Empezó en igualdad de condiciones, pero cada año la empresa evaluaba en secreto el trabajo de los managers para calcular las primas y aumentos de sueldo. Lilly, la única mujer entre los 15 supervisores, no supo cuán atrás se había quedado hasta que encontró una nota anónima en su casillero: su sueldo era un 40% menos que el hombre peor pagado. Pidió la jubilación anticipada y empezó la pelea.
«No era justo, y yo tenía que luchar por mis derechos», rememoró. «Pero nunca, ni en mis sueños más desquiciados, pensé que esa decisión me llevaría por un camino de este calibre». Había perdido 154.311 euros en salario y aún más en su pensión. Y aunque el jurado le dio la razón, el Supremo se la quitó. El juez Samuel Alito, el más controvertido de los que nombró Bush, dictaminó que el plazo de prescripción de 180 días o seis meses se cuenta desde la primera vez que se produjo la discriminación, aunque se siguiera repitiendo durante años y la afectada no lo supiera. «Nos hizo retroceder 40 años en la lucha por los derechos civiles», decía una de las activistas en la Casa Blanca.
La nueva ley puntualiza el título VII de la Ley de los Derechos Civiles de 1964 contra la discriminación en el trabajo por razones de raza, color, sexo, religión o nación de origen para aclarar que el plazo de 180 días se renueva con cada cheque discriminatorio, como venían interpretando los jueces hasta que Alito y otros de su corte dictaminaron lo contrario.
« Y firmo esta ley por mis hijas y todas las que vendrán después», proclamó ayer Obama, «porque quiero que crezcan en una nación con valores donde no haya límites para los sueños y oportunidades que sus madres y sus abuelas ni siquiera pudieron imaginar».