PIÑA. El Barça tuvo que sufrir más de lo debido para derrotar el Espanyol. / EFE
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El descaro periquito, insuficiente para tumbar a la máquina azulgrana

Dos goles de Coro y Callejón metieron el miedo en el cuerpo a los de Guardiola Pochettino sorprendió reservando a toda su artillería para el duelo ante el Recre

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El Barça se clasificó para las semifinales de la Copa, donde le espera el Mallorca. El equipo azulgrana sufrió más de lo esperado ante un Espanyol que sacó el orgullo con 3-0 en contra hasta acariciar el empate en el tramo final del choque. Fue un gran encuentro copero, con un ambiente mágico propio de los derbis, y el transcurso del choque sirvió a Guardiola para reforzar su mensaje de prudencia.Mauricio Pochettino sorprendió de inicio a Pep Guardiola. Y eso que su alineación era totalmente de circunstancias. Había reservado a titulares indiscutibles como Kameni, Jarque, Pareja, Román Martínez, Nené y Luis García. Además eran baja por lesión Tamudo, De la Peña, Moisés y Valdo. Estaba claro que priorizaba el partido de Liga del domingo ante el Recreativo. Pero los que saltaron al césped del Camp Nou lo hicieron para intentar dar la sorpresa. Bien dirigidos desde el banquillo y compenetrados en el campo, presionaron muy arriba a la zona de creación azulgrana y pusieron en dificultades al gran favorito de la eliminatoria. No, no iba a ser tan fácil para el Barça. De hecho, Pep Guardiola ya lo intuía y se decidió por un híbrido entre el equipo A y el B. Alineó de titulares a Alves, Puyol, Xavi y Messi, señal de que no quería sorpresas.

Sin embargo, la mayor calidad azulgrana tenía que imponerse y eso es lo que sucedió de la forma más imprevista. Un disparo lejano de Sylvinho, un mal despeje de Cristian y Bojan en la boca de gol no perdonó. Era el minuto 34 y las ocasiones hasta el descanso de Xavi, Gudjohnsen y Messi dieron pistas de que la emoción ya se había acabado. Y eso parecía cuando Bojan, con habilidad tras un grave error de Lacruz, y Piqué, de cabeza, colocaron el 3-0. Pero apareció ese ingrediente que hace especial a un derbi: lo imprevisto. Herido en su orgullo por los gritos de la afición azulgrana reclamando su descenso, el Espanyol resucitó de repente. Dos zapatazos lejanos de Corominas (rozó en Puyol) y Callejón (cantada de Pinto) le dieron emoción al partido. Pero al final se impuso la lógica.