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UNA FÁBULA

Los despidos piramidales

Imaginen una pirámide. Toda solidez en su base y una estructura calculada desde la geometría hasta alcanzar la punta, esa punta que, en el caso de que fuera una pirámide de naipes, sería la carta definitiva, la más débil, la que tiembla con la irrupción del viento.

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Ahora, den la vuelta a la pirámide. Estos días se recurre con mucha facilidad a calificar de piramidal la estafa perpetrada por el tal Madoff. Al igual que antes sucedió con Gescartera o con Forum y Afinsa, el truco era sencillo: prometo unos intereses brutales, con lo que me gano los clientes y sus primeros ahorros (si son de alto rango, mejor, porque trepo más rápido) y con ellos voy pagando a los pocos que se bajen del carro. Son escasos los que se van puesto que la avaricia de seguir haciendo caja es insaciable. Lo que no saben todos esos ciudadanos avispados es que su dinero está pagando los caprichos del mentor de la trama y no van a engrosar su más que nunca virtual caja fuerte. La pirámide se va estrechando y, como todo lo que se construye sobre el abismo, llega a su extremo. Sopla el viento, vuela el castillo de cartas.

Pero la parábola de la pirámide puesta del revés no es sólo una estampa en la sección de timos. Qué va. Como si de pronto los contables de las empresas (sean multinacionales o no) se hubieran vuelto estúpidos, nadie había previsto los malos tiempos y parece que el planeta entero andaba jugando con montar su propio mecano inverso. Las empresas han recaudado millones y millones durante cinco años de explosión consumista y ahora no aguantan ni dos trimestres en negativo. ¿Dónde está ese fondo de maniobra que exige respetar cualquier manual de nuevo empresario? ¿Dónde la fábula de la cigarra? ¿Dónde el sentido común? El resultado son millones de despidos y recesión global porque se prefirió poner otra carta más... Otra... Otra... Y en Cádiz sabemos bien que el viento siempre llega.