CRÍTICA DE TV

ZP

El presidente del Gobierno acudió a TVE-1 para protagonizar un nuevo programa de Tengo una pregunta para usted. Según las cifras de audiencia, lo vieron seis millones y medio de españoles. No sé si usted lo vería, pero a mí el espectáculo me pareció excelente. Ante todo, muy bien TVE: la realización fue lo suficientemente cabal como para no camuflar los cuchicheos de la concurrencia, el bostezo de algún invitado, los gestos de incredulidad de quienes allí estaban. Eso era parte fundamental del acontecimiento y la tele nos lo mostró ateniéndose estrictamente a la realidad.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Muy bien, también, la selección de las preguntas: aparte de dos o tres que parecían concebidas para que el presidente se luciera, la inmensa mayoría de ellas apuntaron al meollo de la preocupación social y lo hicieron sin paños calientes; con frecuencia eran preguntas mucho más interesantes que las que hacemos los periodistas en las ruedas de prensa. En el plano técnico-retórico, es muy interesante seguir el discurso de Zapatero, tanto en su forma como en su fondo. En su fondo, la idea dominante era esta: la crisis económica es algo así como un acaecer cósmico, quizás un fenómeno atmosférico, cuya responsabilidad no puede imputarse al Gobierno y, en todo caso, puede transferirse a los ciudadanos y a los empresarios, a quienes se llamó al esfuerzo y al compromiso. A juzgar por la cara de la gente, lo que se vio en la tele es que eso ya no cuela. Y en cuanto a la forma, Zapatero abundó en su estilo de animador de terapia de grupo con permanentes invocaciones a la «confianza» y al «vamos a salir», recurso que, una vez más, demostró haber caducado.

Por cierto: aunque a él todos le trataban de usted, Zapatero tuteaba a todo el mundo, lo cual es privilegio de monarcas; el tuteo obedecía aquí, sin duda, a ese perfil de animador de colectivos menesterosos que el presidente quiso adoptar, pero, a mi juicio, resultó contraproducente, porque hay situaciones en las que el paternalismo empeora las cosas. ¿Lo más relevante? Quizá la acritud con la que los ciudadanos experimentan la crisis económica, y además, las preguntas de invitados de orientación «progresista» defraudados por las incongruencias de la política real.