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La perla de la cantera del golf nacional

Álvaro Quirós ha vuelto a demostrar con su victoria en Doha que Guadiaro es una inagotable factoría de golfistas

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Martín Quirós es su orgulloso padre y quien inició al hijo en el arte del driver y el putt. «Me recogía las pelotas con cuatro años cuando iba a jugar los domingos al antiguo campo mientras la madre hacía punto», recuerda.

Martín Quirós es modesto, humilde y profundamente tímido («no me gusta hacerme notar, sólo soy un jardinero normal y corriente», dice como aviso al inicio de la conversación), pero es el padre del nuevo héroe nacional de la gran patria del golf que es Guadiaro. Con sólo cuatro mil habitantes, esta localidad gaditana tiene más densidad de jugadores de nivel que ninguna otra zona de España.

El secreto. Casi mil de sus paisanos son socios del club de golf sin ánimo de lucro La Cañada. «Y muchos más van a jugar. Aquí los niños van con los palos al colegio», dice Juan Quirós, otro de los insignes golfistas de la localidad gaditana, que a pesar del apellido es amigo, pero no familiar del actual número 28 en la lista de mejores golfistas del mundo.

Raúl Quirós sí es familia de Juan (su sobrino) y también compite entre los grandes de este deporte. Tiene tres años más que Álvaro y ya jugaba con los profesionales cuando la nueva perla de Guadiaro llegó con sólo 21 años al circuito. «Se veía venir que llegaría a este nivel desde hace que llegó hace cinco años. Tiene una gran confianza en sí mismo. Es muy echado para adelante. No tiene miedo a nada. Está en un gran momento y no se deja ir tanto cuando las cosas no le van bien, que es lo único que le faltaba por mejorar», dice Raúl.

Duro camino

Álvaro cumplió 26 años el pasado miércoles («la madre le tiene preparado un regalo en casa, pero el mejor regalo se lo hizo él mismo ganando en Dubai», revela el padre) y ha debido recorrer a velocidad de vértigo las fundamentales lecciones del golf para llegar a estar entre los mejores del planeta.

Su mayor obstáculo fue una dolorosa y desafortunada lesión que le impidió empuñar una palo varios meses, pero su constancia le permitió superar barreras desde que era un niño. «Sólo su madre y su padre sabemos lo mal que lo ha pasado para llegar ahí. Él siempre pone buena cara y parece que todo le sale fácil. Pero por ejemplo, con sólo 10 años, iba cargando con los palos en pleno verano y a mediodía hasta el campo y no dejaba que lo llevara en coche. Cuando cumplió 18 años, no salía con sus amigos los sábados porque tenía competición al día siguiente. Tras la operación en Francia por lesión, entendió a la primera que la recuperación era lo más importante y no descansó hasta volver a jugar bien», explica el progenitor.

Su tesón, técnica y humildad lo han convertido en uno de las personas más queridos de Guadiaro, donde vive cuando no está compitiendo. «Para los niños es un ídolo. Nos ayuda en cualquier iniciativa que impulsamos. Cuando se disputó el Volvo Master aquí cerca, logró que todo el pueblo se volcara con él y con el golf», afirma el director de la Escuela de Golf de Guadiaro, Augusto Torres, que actualmente tiene a 250 niños, la mayoría con grandes aptitudes, bajo su tutela.

No es de extrañar que de esos niños salgan más campeones. En Guadiaro no existe el fútbol, sólo el golf. La cantera nacional de la que salen perlas como el número 28 del mundo.