De crisis y centellas molidas
Usted y yo sabemos que esto es una crisis más grande que el pulpo a la gallega de Olimpio de la Rambla. Que ya es grande. Vaya, vaya. Y dígale que va de mi parte. A lo que íbamos. Echan humo las cabezas que intentan desentrañar las causas, hechos y consecuencias -como solía decir aquella profesora de Historia que tuvo usted en el instituto- de esta volatilidad pecuniaria que les trae locos a usted, a su cuñado y a otras cuantas personalidades. El caso es que esto no hay quien lo entienda por más que se explique lo de las hipotecas de los ninjas, las tortugas o de Naranjito y Clementina. Se les llena la boca a esas sesudas cabezas con argumentos sobre la coyuntura económica, la situación financiera internacional y que esta crisis es tan gorda que afecta a todo el planeta. El planeta está en crisis.
Actualizado: GuardarQué rimbombante suena. Tanto como falso es. Qué planeta ni qué centella molida. Porque, como me apuntaba usted el otro día, a ver quién es el listo que va a ir a Bukina Faso, a Uganda, a Etiopía o a Haití para darles las recetas anticrisis que se gastan en Europa occidental o en los EE UU. Que vayan a Albania a contarles que su PIB se va a ver afectado en los próximos años por las ventas de subprimes a los ninjas; que expliquen en Ruanda que la tasa de inflación aconseja contención, que los peligros de la deflación nos acechan; que aconsejen en Somalia que la obra pública es una buena medida y que la clave de la resurrección económica está en la curva de la magnitud de la fortaleza bursátil mediante la inyección de activos para aumentar el circulante que permita la realización de acciones creciditas que den cobertura a inversiones privadas para reactivar el empleo y la necesidad productiva. Y en esas tierras de Dios anda la gente malgastando el tiempo en ir a por agua y en darse tortas por un saco de harina. Y luego está lo de los espías de Madrid, ¿qué me dice de eso?