El 'asento andalú'
Montserrat Nebrera, diputada del Partido Popular en Cataluña, ha reabierto en estos días una caja de los truenos que cada cierto tiempo se destapa. Se le ocurrió decir a la buena señora que Magdalena Álvarez, andaluza por un lado y ministra de Fomento por otro, tiene un acento «de chiste». Y claro, maldita la gracia que ha hecho el chistecito entre los andaluces.
Actualizado: GuardarLa primera reacción -unánime- ha sido la de ponerla vestida de limpio. Los medios de comunicación la han criticado ferozmente. En su blog (www.montsenebrera.cat) ni les cuento la que le ha caído por parte del ciudadano de a pie. Por cierto, habría que decirle que si ella no entendía a Magdalena Álvarez, a ver como quiere que la entendamos a ella si la mayor parte de los comentarios están escritos en perfecto catalán. También los políticos la han criticado ferozmente y hasta le han enviado mensajes en forma de libros de andaluces ilustres, como La arboleda perdida de Alberti.
Como planteamiento general, es correcto que defendamos nuestro acento como seña de identidad. No hay de qué avergonzarse. Pero es muy cierto -nos duela o no- que a veces a los que son de más allá de Despeñaperros les resulta harto complicado entendernos. Y que incluso puede resultar gracioso. Del mismo modo que el catalán cerrado tiene un deje más antipático.
Sin embargo, una cosa es el acento y otra bien distinta la incorrección al hablar. En eso, mucho me temo, los andaluces cojeamos. Muchos, demasiado a menudo, hablan -hablamos- con los pies. Le damos cada patada al diccionario que lo dejamos temblando.
Pongamos Cádiz como ejemplo, que es lo que tenemos más a mano. Quién no ha tenido alguna vez una conversación con alguien a quien no se le entiende ni jota. Hay expresiones que, por aquello de abreviar, de la velocidad al expresarnos, no hay quién puñetas las entienda.
Un ejemplo. La clásica conversación que concluye con un «¿Sabes lo que quiero decirte?» convertido en «sabedesirte?». Más ejemplos: «Tes qui ya». «Mi que los cohone», «Aro pisha», «qué arte, io», «qué ange», «hartelo, ¿no quillo?... son frases que usamos y oímos a diario. Y son incorrectas. Típicas, graciosas, peculiares, identificativas del gaditano, sí; pero incorrectas desde el punto de vista del lenguaje.
A cada cual corresponde decidir si quiere hacer un esfuerzo por hablar con corrección o no. Pero si no lo hace, al menos debería aceptar que en algunos sitios nuestra forma de hablar choque al oírla. Si a alguien se le ocurre decir que son de chiste, que no se entienden, que hacen gracia, pues será porque probablemente es así. Hablamos mal. Y punto. El que quiera, que lo corrija. Y el que no, que acepte que a alguien de Barcelona o de Valladolid le haga gracia la cosa. No pasa nada. Allá ellos si son unos siesos.
EL PSOE NO APRENDE
Ni cuatro meses han durado los militantes del Partido Socialista de Cádiz sin pelearse entre ellos. Después de una dura campaña de descalificaciones previa a las elecciones internas, parecía que la tranquilidad había llegado. Pero todo era un espejismo. Los blogs de algunos de los llamados disidentes del partido, en los que airean los trapos sucios a través de la red, han vuelto a evidenciar que los socialistas gaditanos tienen serios problemas en su propia casa. Llevan años así, y el Partido Popular sin oposición. Pérez Peralta, como secretario general, tiene mucho más trabajo con sus propios aliados que con los del bando rival. Ahora tiene que dedicar buena parte de su tiempo a expedientes informativos y demás conflictos. Y así es complicado, más bien imposible, que puedan aspirar a recuperar la alcaldía.
COMENZÓ EL CURSO
Ya están aquí. Un año esperando y por fin llegamos a esos veintitantos días previos al Carnaval de la calle en los que nos enganchamos a la radio, ahora también a la tele, cada noche para escuchar las coplas del Falla. Debo reconocer que, personalmente me apetecía. Poner a Manolo Camacho en el coche cuando sales de trabajar o al llegar a casa resulta de lo más entretenido. Pero también hay que decir que al cabo de unos días se hace un poco pesado (el Concurso, no Manolo). Quizá no estaría mal reabrir el debate de si hay que acortar el certamen. Ya sé que resulta muy complicado, que todos tienen derecho a pisar las tablas etc., etc., pero como decía alguien el otro día en la redacción -aunque suene mal-, lo que hay que tragarse hasta llegar a lo que te gusta no merece la pena. Quizá una preselección sin público, una limpia previa, no sería mala opción. Esta noche, por ejemplo, nos toca una comparsa de Arroyo de la Miel, otra de Córdoba, una chirigota de Algeciras. No se trata de ser exclusivistas, no, pero tampoco de dejar que todo el que venga disfrazado tenga derecho a aburrirnos durante 20 minutos. Esto es un espectáculo y como tal, debe tener un mínimo de calidad. De lo contrario, se desvirtúa.