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DOS ÉPOCAS. El presidente Obama habla por teléfono en la mesa del Despacho Oval, la misma en la que jugaba el hijo de JFK. / AFP
MUNDO

Obama comienza a dar forma a la esperanza

El mandatario demócrata hace realidad en 72 horas muchas de sus promesas electorales y acalla las voces de los más escépticos

MERCEDES GALLEGO
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Desde que Barack Obama fue elegido presidente el pasado 4 de noviembre, a Howard Brandstein se le ha ido frunciendo el ceño cada vez más al oír los nombramientos de su gabinete. Ayer, transcurridas las primeras 72 horas de gobierno, la esperanza ha vuelto a hacerse un hueco en la mente de quien ha aprendido a ser escéptico con los políticos. «Sus primeros pasos son muy, muy positivos», decía satisfecho el director del Sixth Street Community Center, que se dedica al activismo ciudadano desde hace décadas.

Democracy Now, un programa de radio crítico desde la izquierda que no le ha dado descanso a Obama, ofrecía al fin un titular que satisfacía a sus oyentes: «Obama ordena el cierre de Guantánamo y veta la tortura». Acciones como ésa, el fin de las cárceles secretas de la CIA, el frenazo a los tribunales militares o el nombramiento del ex senador George Mitchell como enviado especial para Oriente Próximo han dado la vuelta al mundo, pero en casa han resonado más asuntos.

A Howard le merece especial aplauso la resurrección de la Ley de Libre Información, que permite a los ciudadanos requerir del Gobierno cualquier documento público que no haya sido clasificado como secreto. El Ejecutivo Bush luchó con uñas y dientes en los tribunales contra cada intento de sacar algo a la luz, logrando cuando menos dilatar su entrega.

Por el contrario, la primera directiva de Obama a su equipo ha sido para indicarle que «cada agencia y departamento de este Gobierno está del lado de los que buscan difundir información, no del de los que la retienen», advirtió. El nuevo mandatario sostiene que la Ley de Libre Información es el instrumento más poderoso que existe para que los ciudadanos vigilen la acción del Gobierno y le obliguen a ser transparente y honesto. «La antigua regla era que si había algún argumento defendible para no revelar algo al pueblo americano debería ser utilizado. Esa era se ha acabado», sentenció. «Sólo porque tienes el poder legal de guardar un secreto no significa que siempre debas usarlo».

Era un soplo de aire fresco para las organizaciones de derechos humanos que durante los últimos ocho años se han tropezado con el muro de silencio y oscurantismo impuesto por el vicepresidente Dick Cheney, regente de la Casa Blanca.

Un grupo de activistas nacido a la luz de la invasión de Irak con el propósito de hacer sonar en voz alta la conciencia de los ciudadanos es Code Pink. Como tantos otros miraba a Obama con «un poquito de preocupación», sobre todo por su silencio ante los bombardeos de Gaza. Ayer el tono cambió: «Estamos encantados», aseguraba Dana Balizki. «Obama está escuchando».

Las mujeres de este grupo hicieron guardia al paso del tren que llevó al nuevo presidente hasta la capital con una pancarta en la que le recordaban las obligaciones más urgentes: «Retirar las tropas de Irak, cerrar Guantánamo, acabar con la tortura, detener los tribunales militares». Al nuevo presidente electo no le hizo falta más que dos días para empezar con esas y otras promesas de campaña. Como la de cerrar «la puerta giratoria» de la Casa Blanca a los 'lobbies'.

Vía a mejores trabajos

Muchos aceptaban un puesto oficial sabiendo que a los dos años se lo rifarían las empresas de los grupos de influencia porque conocerán al resto de los funcionarios y les contestarían el teléfono antes que a ningún otro. Incluso los que entraban con mejores intenciones sucumbían después a la presión laboral y aceptaban trabajos más cómodos y mejor remunerados. Obama acaba de prohibírselo.

«Somos servidores públicos. No estamos aquí para abrirle paso a nuestros amigos ni a nuestros clientes corporativos. No se trata de servir los intereses ideológicos de ninguna agenda ni de ninguna organización, sino sólo y exclusivamente los del pueblo estadounidense», les espetó.

Para asegurarse de que «la Casa Blanca es la casa del pueblo» y no de las corporaciones, Obama ha anunciado que «si entras a trabajar para mi Gobierno no podrás hacerlo en ningún asunto ni ninguna agencia con la que hayas tratado en los dos años anteriores», dictaminó. «Y cuando te vayas, no podrás llevarte a nadie de mi Administración mientras yo sea presidente».

No hay sitio para las corporaciones, pero sí para activistas como las de Code Pink que aseguran que le recordarán sus promesas y que «no olvide las lecciones de los últimos ocho años: somos los ciudadanos del mundo los que tenemos que exigir respuestas de nuestros gobiernos», dice Dana. En su lista, Gaza, y en la de Howard, un plan para ayudar a las familias que están perdiendo sus casas con la crisis hipotecaria.