Economia

¿La Islandia del Támesis?

La caída de la libra y de los bancos en la Bolsa y las crecientes garantías ofrecidas por el Gobierno alimentan un nervioso debate en Reino Unido con las nacionalizaciones de fondo

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En la misma semana en la que el Gobierno de Gordon Brown ha presentado una extraordinaria garantía pública para las pérdidas de los bancos sobre un límite aún por fijar, las acciones de las principales instituciones financieras británicas han caído por el precipicio en la Bolsa y la libra esterlina ha continuado su descenso con respecto a las monedas principales. Y, de postre, la confirmación oficial de que, por primera vez desde 1991, la economía de las islas está en recesión después de que el PIB haya registrado un descenso del 1,5% en el último trimestre de 2008, la mayor caída en más de 28 años.

En el ambiente de incertidumbre que se ha creado en torno a esta crisis, el desplome de la libra el martes se achacó a un comentario rotundo de Jim Rogers, que fue socio de George Soros en los años noventa en el fondo Quantum. «El Reino Unido está acabado», dijo Rogers a todos los medios que quisieron escucharle: «Les apremio a deshacerse de todas las libras que tengan».

Rogers afirmó después que no estaba jugando en la Bolsa con la creencia de que bajará su valor y, un día después de que se le achacara la caída, declaró a la BBC que no había invertido sobre la libra porque no sabía que su primer comentario se iba a publicar. ¿Hay que vender todas las libras el martes pero no el jueves? Era extraño.

La caída de un 65% en el valor de las acciones del Royal Bank of Scotland (RBS) sí se atribuyó a la práctica de venta corta, que se sospechaba en Rogers. Consiste en tomar prestadas acciones para devolverlas posteriormente, venderlas a un precio más bajo, inducir la caída del valor y comprar más tarde para luego reintegrarlas.

En octubre, el Gobierno británico había prohibido las ventas cortas o en descubierto en la Bolsa de Londres durante los momentos de miedo al colapso financiero, pero la prohibición espiró el viernes 16. Ese día, las acciones de Barclays bajaron un 25% en la última hora antes del cierre. Y la caída posterior del RBS y de otros bancos se achacaba a lo mismo.

Suspensión de pagos

No es cierto. Lo dice la Autoridad para los Servicios Financieros (FSA), que regula los mercados bursátiles. Argumenta que la reanudación de la actividad se hace con una nueva exigencia de registrar públicamente las posiciones cortas que haya tomado cualquier inversor cuando rebasa un 0,25% del capital. Y el análisis de los registros, concluye, no revela una actividad causante de tales caídas.

Lo que ha ocurrido esta semana sería la consecuencia de la histeria o de algo más hondo. Si Rogers basaba su pronóstico de que el Reino Unido está acabado en que el petróleo del Mar del Norte se agota y que la City, como centro financiero internacional, no sobrevivirá con euforia a esta crisis, el país, según Rogers, no tiene nada que vender.

Para completar ese cuadro, algunos añaden los trazos tenebrosos del endeudamiento público para amortiguar el impacto económico del descalabro financiero. Will Hutton, que ha escrito libros de gran éxito sobre la economía británica e internacional y que es una persona próxima al laborismo y al mismo Gordon Brown, lo expresaba con fiebre. «Apoyo absolutamente lo que está haciendo el Gobierno, pero hay un riesgo de que nos convirtamos en la Islandia del Támesis», afirmó tras la respuesta inmediata tan negativa de la Bolsa al plan del Gobierno de asegurar las pérdidas bancarias. Los problemas de Islandia y de Reino Unido tienen algunos rasgos similares.

Deudas familiares

Aunque la población islandesa es de 300.000 personas y la de Reino Unido de 60 millones, el balance general de los tres bancos islandeses nacionalizados por el Gobierno se estima entre seis o siete veces su Producto Interior Bruto. En el caso británico, en torno al 450%. La deuda familiar en Islandia es del 210% de su renta disponible; la de los británicos, del 170%.

De nuevo, la diferencia entre la corona islandesa y la libra esterlina como divisas para guarecerse del vendaval es abismal, pero una libra que ha perdido entre un tercio y un quinto de su valor con respecto al euro o al dólar en el último año y que, gracias a un aumento sustancial en los últimos trienios, significa el 7% de las reservas en las arcas de las instituciones extranjeras, es más vulnerable que el billete verde o la moneda única europea si sigue depreciándose.

Tras contemplar la posibilidad de un torbellino vendedor sobre sus bancos o en torno a la moneda, la tercera pata necesaria para el pesimismo británico es la posibilidad de que la Hacienda pública no pueda hacer frente a sus obligaciones. El punto de partida no era malo, con una deuda del 44% del PIB en 2007.

Pero en noviembre, días después de que el Ejecutivo inyectase cerca de 40.000 millones de euros en el capital de los bancos y ofreciese 220.000 millones en el canje de activos de los bancos, el ministro Alistair Darling presentó un paquete de estímulo fiscal, con reducciones del IVA o adelantamiento de inversiones, que llevará el déficit a cerca del 10% del PIB y la deuda, al 57%.

Esta semana, Darling presentó nuevas medidas con riesgos difíciles de cuantificar para el contribuyente. Por un lado, ha decidido comprar a empresas no financieras instrumentos de deuda por 55.000 millones y ha ofrecido la garantía pública a las pérdidas de los activos tóxicos de los bancos por un nivel que se conocerá en febrero, cuando cabe esperar que se sepa también el montante de la garantía. Los especialistas hablan de 100.000 o 200.000 millones de euros.

Si Hutton dice que la manera idónea de asentar la fiabilidad del Estado británico es un compromiso de que entrará en el euro, el profesor Willem Buiter, que es también partidario del ingreso de la libra en la moneda única y que ha convertido su blog, publicado en la edición digital del Financial Times, en el equivalente británico de lo que en Estados Unidos son ahora el 'RGE Monitor' de Nouriel Roubini o el de Paul Krugman en el New York Times, tiene otra propuesta: la nacionalización de la banca británica.

Cuestión de tiempo

«Para evitar el colapso del sistema bancario británico, estamos asistiendo a la socialización -primero, gradual, pero ahora muy rápida- de todos los riesgos en el balance de los bancos por el Gobierno», escribía esta semana. E ilustraba el riesgo con datos, por ejemplo, del RBS, del que un 70% es ya propiedad del Gobierno británico.

En junio de 2008, su balance pro forma -incluyendo ingresos y gastos futuros- era de 1,85 billones de euros, mayor que el PIB nacional, de unos 1,6 billones. Su capital era de unos 72.000 millones. Una caída del 4% en el valor de sus activos se comía todo su capital. Y esta semana el valor bursátil del RBS llegó a unos 5.000 millones. Otros bancos tienen cifras que, igualmente, sugieren un estado de insolvencia.

Hay que nacionalizar la banca, llevar todos los activos tóxicos a un 'mal banco' y reanudar la actividad de crédito en los nuevos 'buenos bancos' hasta que un nuevo marco regulador permita su privatización, ha argumentado Buiter, en un debate que ha llegado al Parlamento. Y el 'mal banco' gestionaría los activos tóxicos bajo el principio de la responsabilidad limitada, sin necesidad de la garantía del Estado.

El Gobierno ha dicho ya varias veces que no tiene intención de nacionalizar la banca. Y el presidente del Banco de Inglaterra, Mervyn King, ha recordado que todas las medidas económicas requieren un lapso de tiempo, difícil de medir o predecir, antes de que surtan efecto. Está convencido de que las que se han tomado tendrán el efecto deseado, restaurar la confianza del sistema financiero y reactivar el crédito.