Opinion

Puñetas caídas

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ndan Sus Señorías los Jueces con la Huelga en ristre, mientras se dibujan distintas fechas según el territorio: Que si el 18 de Febrero, que si allá por junio. Este anuncio de Huelga de puñetas caídas (ya saben, las puñetas son los bordados de las mangas de los representantes del tercer poder del Estado) es verdaderamente apasionante, si no fuera porque cabrían otros adjetivos, mas en las fronteras del ilícito penal. Es apasionante porque ahora resulta (atención, es ahora, no hace dos años, por ejemplo) que los jueces nos dicen que deben ir a la huelga porque la administración de justicia está muy mal, y no hay medios. Pero hete aquí que la administración de justicia en España lleva mucho tiempo, pero que muuuuucho tiempo mal, muy mal, extremadamente mal, pero los jueces no lo han percibido hasta ahora. La falta de medios lleva mucho, pero que muuuuucho tiempo siendo una lacra vergonzosa, indigna, tercermundista, pero los jueces se han dado cuenta ahora, y es ahora cuando les duele la Justicia con dolores de parto. También resulta que ahora, precisamente ahora, es cuando los jueces infieren racionalmente (como el riesgo de fuga para la prisión provisional, que también habría aquí tela que cortar) que su independencia está mermada. Ahora, no cuando Alfonso Guerra enterró a Montesquieu y la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1985 consumó el estropicio, que entonces los jueces no hablaron de huelga, cuando mas motivos había. O sea, que ahora, cuando, por casualidad, el caso Mari Luz ha sido el detonante del estado de la Justicia en España, los señores jueces deciden que la situación es intolerable, y algo hay que hacer. Pues muy bien. Miren, yo haría otra cosa: convocaría una huelga de abogados (Don Ignacio, con la venia, tome nota) e iría a dicha huelga por todos los años acumulados de falta de respeto y consideración de los jueces hacia los abogados; por las esperas interminables en las que se cita a un abogado juicio a las 9´30 y a las diez aparece Su Señoría como si tal cosa subiendo las escalera, y no te pide ni disculpas por cortesía; por las veces en las que se cita a un abogado para tomarle declaración a su cliente y a la misma hora sale el juez de su despacho y se va a tomar café en tus narices; por las veces en las que Su Señoría no te saluda por la calle, porque ya se sabe que el saludo merma la independencia judicial; y por las que, sin querer, llegas cinco minutos tarde, por primera vez en tu vida, y por primera vez en su vida el juez es puntual y te monta un pollo de padre muy señor mío. Y así sucesivamente.