Sí, podemos
Actualizado:Pido disculpas por redundar en lo mismo, y su comprensión, porque mis palabras van a fluir torpes. En verdad lo que quiero, lo que me gustaría, es transmitirles la sensación que aún contengo, por eso sé que me voy a dejar llevar por la emoción de la trascendencia del acto más que por su trascendencia en sí.
Les aseguro que si no fuera por el espacio lo escribiría todo en mayúsculas porque, lo que viví el martes 20, fue memorable, un día para la historia, y aunque esta es potestad de la perspectiva del tiempo, en mi retina, en mi cabeza, en mi corazón está grabado para mi historia personal, porque todos no tuvieron la oportunidad que ahora les participo a boca llena, YO ESTUVE ALLÍ. De pie desde las claras del día. Hacía un frío intenso (esto y las medidas de seguridad será lo más analítico que les cuente), pero les confieso que cuando vi a la dama, La primera, vestida de amarillo, un algo, no sé describirlo, recorrió mi cuerpo como mercurio y ya nada más abrigué sensaciones. Elegimos la esperanza, los que estuvimos allí y los que en este mundo globalizado recurrieron a la pantalla, y si hago un paréntesis reflexivo porque en España la traza, como nos dijo Solbes, es que el cielo se está oscureciendo, o incluso «es de noche» como le corrigieron desde Europa, y si me remito a nuestro Cádiz, la noche es «cerrada, larga y tormentosa», lo hago para que se pueda apreciar que el acto del martes pasado tenía el plus añadido de la ilusión. Cuando a las seis treinta de la tarde abrieron las taquillas me dijo el caballero que tenía delante: «Como sigan colándose como la tía del chanda del Cadi se ha puesto la primera, ío, veremos si podemos coger entradas...» Por eso no me pude contener cuando compré las mías, «¿Sí, podemos!» Lo chungo va a ser la Final, por sorteo y ante notario (como sea el mismo que va a lo de Procasa lo llevo claro...)