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El traje

Existe la extraña creencia de que la indumentaria de las mujeres que se dedican a la política debe estar a medio camino entre el saco talibán y el anodino e impersonal traje gris de oficinista. Desde el vestuario colorista de Carmen Alborch hasta los calcetines con sandalias de Esperanza Aguirre, pasando por el posado de las ministras socialistas en una revista de moda, el traje de Chacón en la Pascua militar o el reciente vestido de noche de Soraya Sáenz de Santamaría, el ropaje de las políticas ha servido casi siempre para crear polémicas estériles y absurdas. Si de un político poco importan sus trajes, su calzado o sus corbatas por muy nefastas que sean y es su labor lo que importa, ¿por qué con las mujeres es diferente y se utiliza nuestro vestuario para criticarnos sin piedad?

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Gema I. Merino. Madrid