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TIERRA QUEMADA. Un joven palestino atraviesa montado en un burro un barrio de Ciudad de Gaza, destruido por Israel. / AP
MUNDO

Túnel a Gaza por 400 euros

El bloqueo israelí convierte los pasadizos secretos de la frontera de Rafah en el único modo de penetrar en la Franja

LAURA L. CARO
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La forma más fácil y rápida de entrar a lo que queda de Gaza tras la guerra habrían sido los túneles. Uno de esos laberintos bajo la frontera egipcia de Rafah por los que los palestinos trafican con armas, chicles, ovejas o TNT, y que Israel se jacta de haber destruido. Aunque no es verdad del todo: la mitad han desaparecido bajo las bombas, pero del resto -juran los dueños- sólo algunos han resultado dañados, y ya se trabaja a toda prisa para sacar arena y escombros, y rehabilitarlos cuanto antes.

Los jóvenes empresarios del contrabando, amos de este lucrativo mercadeo subterráneo que ha hecho muchos millonarios a ambos lados de la frontera, se pelean ya por reactivar el negocio. «¿Qué pasa, hoy tampoco abren el cruce? Podemos pasarte por un túnel, serían unos 400 ó 500 dólares -entre 300 y 400 euros»-, ofrecen sin demasiado disimulo en cuanto una se aparta de las docenas de periodistas agotados, que durante días enteros esperan en Rafah la oportunidad de acceder a Gaza. Porque en veintitrés días de combates más tres de tregua que se cumplieron ayer, Israel no ha consentido abrir sus fronteras a la Franja, quizás en espera de que se seque la sangre antes de tener demasiados testigos incómodos en mitad de la masacre. Por eso la puerta egipcia se ha convertido en la única opción, porque no conviene correr el riesgo, ni con las consecuencias de una ilegalidad. Pero hubiera sido más practicable entrar por los túneles que tragar con el insoportable bloqueo israelí y el colaboracionismo de El Cairo, que desde el alto el fuego, alcanzado el pasado domingo, y salvo una excepción el lunes, ha jugado también a prohibir el paso a televisiones, radios y periódicos de todo el mundo en nombre de la seguridad del Estado judío vecino. Ni en estas circunstancias echan una mano los árabes a la Franja hermana, más allá de permitir la entrada con cuentagotas de una columna diaria de camiones con ayuda humanitaria. «Israel problemas, Israel no permite abrir», recitan los policías de frontera egipcios, ajenos al ridículo que supone que sus líneas con Gaza las controle un tercero.

A la espera del fax

Se pasan las horas en Rafah en insufrible desespero contra una verja de hierro, prisioneros de las decisiones de Israel. Preguntándose cómo convencer a los soldados, al funcionario que guarda la puerta, cuándo recibirán el fax que dicen esperar, si van a abrir mañana, dónde pasar la noche si se hace tarde. Una se da cuenta de que son incógnitas odiosas con las que coexisten los palestinos toda su vida, despojados de su derecho a entrar y salir libremente de su territorio. Por dos días, una madre gazatí venida de Dubai ha esperado cola y aguantado negativas, desprecios y noes en su intento de entrar a su tierra en busca de su hijo muerto, cuyo cadáver reconoció mientras veía la cadena Al-Yasira. Como ella, padres con niños, viejos ciegos, familiares ansiosos de ver a los suyos, retenidos jornada tras jornada.

Egipto abrió su frontera pasadas las tres de la tarde de ayer, casi de noche, por primera vez desde el lunes. Ningún palestino se sorprende de que Gaza esté cuajada de túneles.