Confianza en juego
La pregunta que se hacen muchos ciudadanos estos días es qué está ocurriendo en la Justicia española para que los jueces decidan convocar una huelga. La invocada justificación de la convocatoria se encuentra en la demanda de medios para mejorar su funcionamiento y dignificar la función judicial. El malestar es muy intenso y se sitúa fundamentalmente en los órganos unipersonales, en los que ejercen jueces más jóvenes, y en las grandes ciudades, donde es mayor la carga de trabajo y mayor el sentimiento de que el esfuerzo de los profesionales no es justamente valorado y reconocido.
Actualizado: GuardarLa Justicia ha sido la gran olvidada. Ningún gobierno ha demostrado verdadero interés por resolver sus problemas y el actual se ha destacado por su absoluta inoperancia. Después de años en que la crítica de sus deficiencias era impensable, se ha producido una sobreexposición que ha puesto de manifiesto, a veces de forma parcial e injusta, sus carencias. Y los jueces no han sabido adaptarse a la nueva situación que, conforme a sus propios códigos, percibían como injusta y ofensiva a su dignidad.
Tienen razón los que reclaman a los poderes públicos la adopción de medidas urgentes, la dotación de más medios, de una mejor organización, más allá de palabras vacías y de promesas tantas veces incumplidas. Pero no se recuperará el prestigio y la deteriorada confianza de la ciudadanía, que es donde radica la verdadera fuerza de los tribunales, por el camino de la huelga. Si hay una idea que da sentido a la Justicia es la idea de servicio.
La Justicia ha de servir a los ciudadanos, a la sociedad para la que ha sido concebida. Por eso, más allá de la legalidad y de la oportunidad de la convocatoria de huelga, los jueces debemos preguntarnos, desde una perspectiva ética, si la decisión es aceptable y correcta, si no existen otras alternativas que eviten perjuicios para los ciudadanos a los que estamos obligados a servir.