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EXPECTACIÓN ANTE UNA NUEVA ERA. Una multitud llenó por completo los aledaños del Capitolio en Washington para asistir a la toma de posesión del 44 presidente de la historia de Estados Unidos. / EFE
MUNDO

«Vamos a reconstruir América»

Barack Obama recuerda a sus compatriotas que la grandeza de EE UU «hay que ganársela» tras jurar como nuevo presidente

MERCEDES GALLEGO
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Washington amaneció ayer más temprano que nunca. Como atraídas por un misterioso magnetismo, cientos de miles de personas se subieron al metro a las cuatro de la mañana y se encaminaron hacia el Capitolio, donde su dios Obama se convirtió en el 44 presidente de Estados Unidos.

Pasaron horas a temperaturas bajo cero y sortearon los accesos hasta la llegada de la caravana de limusinas blindadas y cristales tintados. Para entonces el National Mall era un hormiguero de gente hasta donde se perdía la vista, allá en el Obelisco. Obama deshelaría sus cuerpos tiritantes con una dosis de esperanza, que la masa agradeció con rugidos de emoción.

La seguridad de Barack Obama se vio traicionada por unos segundos durante el juramento. Cuando comenzaba a repetir las palabras pronunciadas por el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, el nuevo mandatario se quedó mudo por un momento. El juez tuvo que reiniciar la fórmula protocolaria para que Obama completara la jura sin ningún problema.

Después llegó su discurso, que los asistentes aclamaron. «En este día nos reunimos porque hemos elegido la esperanza sobre el miedo», les recordó el nuevo mandatario como parte de sus receta para curar los males de América. «Menos medible pero no menos profundo es el socavón de confianza que hay a lo largo y ancho de nuestra tierra, un miedo persistente a que el deterioro de Estados Unidos sea inevitable y que la próxima generación deba rebajar sus expectativas. Hoy os digo que los retos que enfrentamos son muchos y son reales. No los superaremos fácilmente ni en un abrir y cerrar de ojos, pero escuchadme bien: los superaremos».

Pero el mensaje no era para Geroge W. Bush, que ya es historia, sino para los estadounidenses a los que demanda una contribución activa para sacar al país del pozo en el que se encuentra. «América, somos un país joven, pero en palabras de las Escrituras ha llegado la hora de dejar a un lado los infantilismos», sermoneó. «Ha llegado la hora de reafirmar nuestro espíritu de resistencia y elegir nuestra mejor Historia».

La que él lleva consigo a la Casa Blanca sólo por el hecho de haber sido elegido presidente es la idea sobre la que se fundó el país de que «todos somos iguales, todos somos libres y todos merecemos la oportunidad de lograr nuestra medida de felicidad». Era ésta una referencia a la segregación racial de unos EE UU marcados por un negro pasado de esclavitud que Obama prefirió ignorar durante la campaña para no polarizarla, pero que al fin puede expresar libremente. Un punto de partida para recordarles a todos que la grandeza de su país «hay que ganársela».

La base es buena, EE UU «sigue siendo la nación más próspera y poderosa sobre la faz de la tierra», con unos trabajadores que no son hoy menos productivos ni menos creativos que cuando comenzó la crisis. Pero «empezando hoy mismo, tenemos que recomponernos, desempolvarnos y empezar a trabajar para rehacer Estados Unidos. Adonde quiera que miremos hay trabajo que hacer», clamó desde el púlpito capitolino. Y su promesa no es sólo crear puestos de trabajo, sino tender «un nueva capa de cimientos para el crecimiento» construyendo carreteras y puentes, redes eléctricas y digitales que impulsen el comercio y unan al país. «Pondremos la ciencia en su sitio y blandiremos las maravillas de la tecnología para elevar la calidad de la atención sanitaria y bajar sus costos. Aprovecharemos el sol, el viento y la tierra para echar a andar nuestros coches y nuestras fábricas. Y transformaremos nuestras escuelas y universidades para enfrentar los retos de una nueva era», insistía el hombre que ha llevado de nuevo a los demócratas a la Casa Blanca.

Bush no era el único que debía sentirse incómodo. Le rodeaban todos los congresistas, muchos de los cuales han criticado en la última semana el plan económico de Obama por considerar que generará una deuda mayor de la que puede soportar el país. A esos «cínicos» que «cuestionan el tamaño de nuestras ambiciones» les recordó algo que parecen no haber notado: «El suelo se ha movido bajo sus pies».

La prosperidad de Obama también tocará al resto del planeta, porque el nuevo presidente se ha propuesto no sacrificar la nobleza de sus ideales «que siguen siendo la luz del mundo» por la de «expeditar la seguridad».

En la lucha contra el terrorismo, «rechazo el falso dilema entre nuestra seguridad y nuestros ideales», declaró el ya presidente. Su arma para derrotarlo no será «con misiles y tanques sino con alianzas estables y convicciones duraderas», porque dice haber entendido, como sus antecesores en los que se inspira, que «sólo el poder no puede protegernos, ni nos da derecho a ello». Su receta, manifestó, incluye la prudencia, la humildad y la fuerza del ejemplo ara alcanzar «una seguridad que emane de la justicia de nuestra causa».

Con ese talante, el 44 presidente de Estados Unidos tendió también una mano a los países musulmanes a los que tanto ha maltratado su antecesor: «Buscaremos un camino hacia adelante basado en los intereses comunes y el respeto mutuo», les prometió con convicción.