OFICINA DEL PRESIDENTE. La escuela de primaria de Koghelo, cerca de Kenia, ha querido celebrar el nombramiento de Obama con un cartel en su honor. / AP
MUNDO

Los enemigos desconfían

Irán y Venezuela recelan del nuevo presidente mientras Sarkozy se ofrece a «cambiar el mundo con él»

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El optimismo casi generalizado y a veces cándido que provocó la subida de Barack Obama al trono del mundo no contagió a los enemigos, más o menos declarados, del país más poderoso del planeta. Como siempre, Irán fue el más explícito. Y le siguió Venezuela, régimen también propenso a los excesos verbales. La otra cara de la moneda es la representada por los países occidentales, entusiasmados con los nuevos tiempos.

El ministro iraní de Asuntos Exteriores, Manucher Mottaki, fue muy directo: «Obama tiene dos opciones, o seguir las mismas políticas de Bush», en cuyo caso «recibirá desde Oriente Medio la misma respuesta que obtuvo Bush»; o limitarse a velar por «los intereses nacionales del pueblo norteamericano».

En Teherán la sensación era similar, y más cuando ayer se recordaba el 28 aniversario del fin de la toma de la embajada de EE UU en la capital iraní, crisis que rompió las tensas relaciones que mantenían ambos países. Cientos de personas se manifestaron y quemaron banderas estadounidenses e israelíes y algunas fotos de Obama.

En Venezuela aún colea el agarrón con Chávez, ese que provocó Obama cuando acusó al presidente venezolano de impedir el progreso de América Latina. Por supuesto, el líder de la revolución le respondió de manera despectiva y le acusó de ser «la misma miasma» que su antecesor, George W. Bush. El secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulsa, trató de templar los ánimos, lo que acabó por echar más gasolina al fuego. Ayer, el embajador venezolano en la OEA, Ro Chaderton-Matos, acusó al secretario general del organismo de tener una actitud «patética, irrespetuosa y bobalicona».

Sin embargo, la diplomacia venció en el resto de pronunciamientos de los mandatarios que dirigen zonas calientes en su trato con EE UU. El presidente ruso, Dmitri Medvédev, mostró su deseo de que las relaciones entre ambos países «se desarrollen de forma intensiva y constructiva». A su juicio, con Obama «existe disposición» para que eso ocurra.

El portavoz de Defensa chino, Hu Changming, auguró una «nueva era» para promover y desarrollar «los vínculos militares entre ambos países». También pidió que el nuevo presidente «tome medidas concretas para eliminar obstáculos» que crean «dificultades en las relaciones militares».

Una de las patatas calientes que se encontrará Obama será la situación en Gaza. El primer ministro israelí, Ehud Olmert, tuvo palabras de halago hacia Bush e hizo votos para que no haya cambios en la política norteamericana. «Queremos que el presidente entrante tenga éxito y estamos seguros de que debemos ser compañeros absolutos en la promoción de la paz y la estabilidad en Oriente Próximo».

El amigo galo

En Europa, los principales mandatarios saludaron a Obama con entusiasmo y, otra vez, fue el presidente francés, Nicolas Sarkozy, el campeón de la ambición: dijo desear que el líder afroamericano trabaje para «cambiar el mundo con él».