Sofisma y sintaxis
De auténtico sofisma es como hay que calificar a los Presupuestos Generales del Estado. La Ley, expresión de la voluntad popular, adquiere su más alta consideración anual con la aprobación de los Presupuestos. Su tramitación y promulgación se convierten en el asunto más importante del Parlamento cada año. El respeto de las formas como el acierto en el contenido material o fondo de la cuestión objeto de la misma, es el binomio necesario para que la norma cumpla la función encomendada y alcance su fin pretendido.
Actualizado: GuardarLa cuestión de las formas en la tramitación de la Ley de Presupuestos nos lleva a hacernos una elemental pregunta. ¿Sirven para algo la Cortes españolas? La respuesta es que para poco. La Ley de Presupuestos inició su andadura parlamentaria como Proyecto en el Congreso, prosiguió en el Senado, rebota como consecuencia del rechazo de éste en aquel nuevamente y en un ritual correctivo, le enmienda la plana. Y se suele hacer con burdas negociaciones del Ejecutivo, de espaldas al Legislativo, normalmente prostituyendo el debate parlamentario en aras de acuerdos con los nacionalistas de turnos que son los grandes beneficiados de un más que execrable sistema, al que nos lleva nuestra absurda Ley Electoral.
Lógicamente, el contenido material o fondo es de suma importancia. Pues bien, se ha aprobado una Ley de Presupuestos para 2009, cuyo cuadro macroeconómico para nada responde a la realidad. Por eso calificaba a los Presupuestos de auténtico sofisma, entendido este como argumentación falsa, pero de apariencia verdadera. Veamos, las previsiones de la Ley aprobada hace veintiocho días eran, crecimiento del 1%, déficit del 1,9% del PIB y una tasa de paro del 12,3%. No ha transcurrido un mes de esa aprobación, y el nuevo cuadro macroeconómico presentado por Solbes es el siguiente, una contracción del PIB del 1,6%, un déficit público del 5,8% y una estimación de la tasa de paro del 15,9%. A ello hay que unir el déficit exterior relativo mayor del mundo, la tasa de paro más alta de Europa, una de las productividades más bajas de la Unión Europea y un sistema educativo que nos sitúa en el furgón de cola de los países desarrollados. Es decir, defectos estructurales para los que el Gobierno no pretende aplicar receta alguna.
Por si fuera poco, los Diputados siguen de vacaciones, «merecidas» después de haber votado que sí a una Ley que a los veintiocho días ya no servía, que había sido la coartada necesaria para mantener vivo el engaño sobre la situación y diagnóstico de la economía española desde antes de las elecciones de marzo pasado y de paso ganar unas elecciones con mensaje adulterado, hasta que ha podido más la evidencia de la catástrofe económica que padecemos.
Y como guinda y despiste, Maleni. También con achaques de forma, como sí ella fuera una Ley de Presupuestos. No se sí cuando ella se llama así misma dirá Magdalena o Madalena, y por eso se ha apodado Maleni, para no confundirse cuando su rápido y fugaz subconsciente pensante se adelanta a su lenta y atragantada lengua y enuncia su nombre y los confunde con esos bollos pastelero llamados también magdalenas o madalenas. Menudo lío, dirá la Ministra. Su acento, el suyo, no es ningún insulto para nadie, pero sí lo es para el habla su sintaxis.