ESPERANZA. Una mujer intenta abrazar a Obama durante la escala que hizo en Baltimore. / EFE
MUNDO

En Obama confiamos

Salvará Obama la economía estadounidense? ¿Salvará Obama la economía mundial? Cuando tras los fastos de este martes sea investido 44º presidente de la Unión, probablemente el equipo de Obama va a centrase en lo primero: poner orden en la economía doméstica. Las declaraciones previas a la toma de posesión así nos lo hacen entrever: hay un énfasis sensiblemente mayor en las ayudas a los sectores deprimidos agrícola e industrial que en la reforma del sistema financiero global. Esa reforma depende de EE UU, pero Obama sólo ha mencionado la necesidad de una mayor coordinación entre gobiernos. En definitiva, el discurso presidencial parece haberse replegado hacia el interior, dejando a Hillary Clinton la política internacional y cierto margen en las cuestiones de la economía exterior.

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Sin embargo, se trata de dos cuestiones igualmente acuciantes que el nuevo presidente se va a ver forzado a tratar conjuntamente desde el inicio de su mandato. Cada medida de gran calado que se ponga en marcha -impuestos, tipos de interés, la regularización de inmigrantes- tendrá consecuencias inmediatas en los mercados internacionales y en las economías de otros países y será juzgada en consonancia. Obama es el primer Presidente Global, y éste es su gran reto económico: poner en orden la casa, recuperando al mismo tiempo la confianza exterior en el gran motor norteamericano, dilapidada por la crisis en Wall Street tras años de nefasta gestión de Bush. Se ha iniciado ya el aterrizaje progresivo desde las promesas electorales -basadas en el principio de recuperar la dignidad del americano medio- a políticas concretas. La primera tarea consiste en minimizar los daños del desplome del capitalismo financiero. El estallido de la burbuja inmobiliaria de las subprime ha dejado sin hogar a miles de familias. La industria automovilística necesita ayuda, pero los efectos positivos en el empleo -la mayor tasa de parados desde hace 16 años- pueden tardar en apreciarse. Los supervivientes de la gran banca no están a salvo -Citibank, Bank of America, Merry Lynch- y nada garantiza que no se producirán nuevos planes de rescate ad hoc.

El premio Nobel Paul Krugman, destacado apóstol del nuevo keynesianismo del endeudamiento público y del estímulo de la demanda en tiempos de crisis, ha recomendado superar los 1,2 billones de dólares. A modo tentativo, el nuevo presidente va a pedir 775.000 millones de dólares más en estímulos fiscales que el Congreso no le negará, para cumplir su promesa electoral a los trabajadores: ayudas crediticias a los endedudados con casas, y refuerzos en el seguro médico. En realidad, no importa cuánto, porque la clave ya ha sido desvelada: confianza. De los banqueros, de los brokers, de las empresas, de los consumidores. Con un déficit presupuestario astronómico que alcanzará en 2009 1,2 billones de dólares, el nuevo equipo económico en la Casa Blanca necesitará destreza y fortuna para no tirar el dinero y que el elevado gasto tenga un impacto estructural en educación y sanidad -aplicando tecnologías imaginativas que abaraten los costes- y, sobre todo, en energías verdes -convertidas en la panacea del mundo-. Obama pondrá a prueba su carisma para convencer a todos de que es posible salir de ésta. ¿Qué tal sustituir, aunque sea temporalmente, la leyenda de los billetes de dólar En Dios confiamos por la de En Obama confiamos?

Pero no hay otra salida que unificar el discurso dentro y fuera de EE UU. El viejo esquema de unos EE UU que tiran en solitario del carro de la economía mundial ya no sirve: la imagen del modelo del capitalismo financiero ha quedado dañada y además, otros países como Brasil, China o India han emprendido hace tiempo un camino ascendente en manufacturas, tecnología punta y autonomía financiera. El mundo no puede esperar, como se verá pronto en la próxima conferencia del G-20 o en la Cumbre de las Américas, en el mes de abril.

En el Área de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) con México y Canadá, en marcha desde 1994, se va a poner énfasis en las cláusulas laborales y medioambientales que reclaman los sindicatos norteamericanos. Pero salvar puestos de trabajo con más proteccionismo es un alivio momentáneo que tendría un impacto fatal para la Ronda Mundial del Comercio de Doha, que el mesías americano tendrá que resucitar. Si se percibe que Estados Unidos se aleja como llanero solitario, la fragmentación del mundo está servida. Si no se coordinan internacionalmente los grandes proyectos en industria verde, las políticas macroeconómicas o los grandes proyectos de reconversión con los socios europeos y los BRIC's (Brasil, Rusia, India y China), cualquier esfuerzo para salvar EE UU habrá sido en vano.