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'La Leyenda', así que pasen 30 años
El disco que Camarón dedicó a García Lorca en 1979 sigue en la vanguardia del flamenco. «Esa música siempre parecerá recién grabada», afirma Raimundo Amador del histórico disco del genio isleño
Actualizado: GuardarÉrase una vez un cantaor de carne y hueso -considerado divinidad por el pueblo gitano- que se llamaba Camarón de La Isla. Érase otra vez ese mismo hombre que, tras grabar nueve discos junto a la celebérrima guitarra flamenca de Paco de Lucía, sintió ganas de abrirse musicalmente y decidió alejarse de la Isla para bucear en un mar lleno de tormentas eléctricas capitaneado por gente como Raimundo Amador, Kiko Veneno y el productor Ricardo Pachón.
De la aventura musical que emprendió Camarón -a secas- salió la irrepetible La leyenda del tiempo (1979), cuya cruda realidad es que supuso un bajonazo en las ventas del mítico cantaor, que se amargó en los primeros momentos . «Los gitanos viejos iban a las tiendas a devolver el disco diciendo que ese no era Camarón. Luego ha sido calificado en Rock de Luxe como el mejor álbum de pop de los últimos 25 años, después de Veneno. Con La leyenda... José Monge Cruz le dio permiso a su tribu para que se desmadraran en el arte», recuerda desde su casa sevillana Ricardo Pachón, productor de aquella historia musical y de Lole y Manuel, Tabletom, Pata Negra, Tomatito y Diego Carrasco, entre otros.
El orgullo de Carrasco
Precisamente, el jerezano Diego Carrasco fue uno de los siete palmeros que se oyen en este disco -piedra fundacional del nuevo flamenco- que acercó posturas entre el cante tradicional andaluz y el rock. «Es una alegría muy grande y una suerte haber formado parte de aquello, en los estudios de Universal, en Madrid. Yo ya tenía cierta trayectoria como guitarrista de la Periñaca y el Borrico, pero me hacía tanta ilusión estar con Camarón que me daba igual, como si tenía que llevarle agua», comenta el artista jerezano, quien aún hoy recurre a los sonidos de La leyenda... para animarse si está «triste o inquieto».
«Fue vanguardia y sigue siendo vanguardia musical», sentencia Carrasco. Bien es cierto que grupos anteriores como Smash fusionaron flamenco con pop y rock, e incluso fueron éxito de ventas con temas como El garrotín (1971), creado sobre el palo flamenco del mismo nombre. «La diferencia es que cuando Camarón lo grabó ya era el Príncipe, era artista de artistas, todos se rendían a sus pies. En la portada, Camarón aparecía con barba y los gitanos empezaron a dejarse barba», rememora Ricardo Pachón. Aquella fue «una época muy feliz» para un mito del cante que nunca abandonó su sencillez.
Un jovencísimo Tomatito, que ya por entonces apuntaba maneras de genio a la guitarra, fue reticente a embarcarse en tal historia underground. «¿Dónde iremos nosotros con esos hippys y peludos?, debía pensar el Tomate», comenta con sorna Pachón. Y es que en temas como La leyenda se introdujeron hasta sintetizadores por Manolo Marinelli, del grupo Alameda. «De aquello fuimos culpables todos un poco. Los productores por la idea y nosotros por llevarla a cabo. Esa música siempre parecerá recién grabada», espeta el guitarrista y cantante Raimundo Amador.
Kiko Veneno, alma mater de temas como Volando voy y Mi niña se fue a la mar, recuerda el episodio como «una leyenda». «Yo sabía que estaba pasando algo importante y el tiempo lo ha confirmado. El disco es un acontecimiento, un paso grande adelante», comenta este catalán de sangre andaluza cuya aportación en el resultado final del álbum fue vital. «Para mí, lo más importante fue trabajar para Camarón, era un sueño. Estaba feliz, pocas veces lo he pasado tan bien», recuerda este artista que finalmente no acudió a los estudios de grabación en Madrid. «No me llamaron», zanja el asunto.
Veneno define el sonido del disco como «peculiar, algo único, diferente». «Creo que la gente lo va a apreciar así durante bastante tiempo todavía. Lo he escuchado cientos de veces, pero siempre me emociona», confiesa. Y sigue: «Creo que las innovaciones más grandes las siguió haciendo Camarón mismo. Después, Morente no para de innovar, es el caso más puntero, pero hay muchos que están haciendo y colaborando en cosas nuevas, Isidro Sanlúcar y José Mercé, Sanlúcar, Diego Carrasco... Creo que se van abriendo brechas. Lo importante es que no decaiga la afición».
Raimundo Amador, que a lo largo de su inmensa carrera ha sido escolta escénico de figurones como B. B. King, no alberga dudas treinta años después: «Participar en La leyenda fue todo un lujo. Yo sólo hice lo que sabía: ser Raimundo Amador y trabajar junto al mejor cantaor de todos los tiempos».
«Aquello era un flamenco de minorías, con un compás endiablado de 12x12 al que se le sumaron la batería, el bajo, la guitarra eléctrica y ese sonido propio de bandas heterodoxas como Pata Negra. Era fusión comprometida y complicada. Antes de grabar en Madrid, todos vivimos juntos un tiempo en una casa en el campo, en Umbrete (Sevilla), con el cantaor Juan el Camas -recientemente fallecido- como gurú», evoca Ricardo Pachón. «Yo aún guardo muchos y muy buenos recuerdos de Umbrete y de la grabación en Madrid», añade Raimundo Amador, a quien todavía se le pone «la piel de gallina» cuando oye el álbum.
También con Pansequito
El cantaor Pansequito, familia y amigo del artista, recuerda que Camarón al principio dudó un poco de los resultados, pero al final quedó muy contento. «José hizo muy pocas cosas malas. Este fue un disco muy bonito, tanto que todavía se está hablando de él. En aquella época él tenía el tiempo adelantado en el tiempo. Ahí va a quedar para siempre La leyenda como una obra de arte», comenta el hombre que animó a Camarón a emigrar a Madrid. Pansequito era -y es- el primo de La Chispa, la mujer, ya viuda, del mítico cantaor.
A pesar de que La leyenda del tiempo se gestó en Sevilla y se grabó en Madrid, Granada es un enclave fundamental en este disco que ahora alcanza 30 briosos años de vida. El álbum está dedicado a la memoria de Federico García Lorca, cuyos textos son el soporte literario de cinco de las diez canciones, que también incluyen La Tarara, una letra popular. El famoso estribillo El sueño va sobre el tiempo / flotando como un velero / Nadie puede abrir semillas / en el corazón del sueño proviene de una de las obras de teatro más vanguardistas del granadino, Así que pasen cinco años. Tanto Kiko Veneno como Ricardo Pachón dicen estar detrás de la idea de usar ciertos textos de Lorca que pedían a gritos ser aflamencados.
«Cuando se terminó el disco en Madrid cogí una copia del casette y me bajé con Kiko Veneno a Granada. La primera escucha tranquila la hicimos en mi furgoneta, junto a Jaime El Parrón, los tres sentados frente al Darro. Aún lo recuerdo... Jaime le dio muy buena acogida, a él le gustó», se ríe Pachón. «Me impresionó, pero era una revolución. Después, mira las vueltas que ha dado el flamenco. Tras escuchar la cinta en el coche de Ricardo, nos fuimos a Fuente Vaqueros. La borrachera que cogimos fue descomunal. Kiko y Ricardo terminaron durmiendo en mi casa, en el Paseo de los Tristes, y eso que iban camino de Almería», comenta Jaime El Parrón, amigo de la cuadrilla. «Precisamente hace dos días oí el disco, es tan refrescante...», dice el cantaor. Paradójicamente, cuando Camarón murió, en 1992, sólo se habían vendido unas 6.000 copias del álbum, que posteriormente, en 1994, fue calificado por El País de las Tentaciones como el mejor disco flamenco de todos los tiempos.
Pese a todo, lo que de verdad importó al artista fue su familia, un pilar fundamental para Camarón estuviese grabando lo que estuviese grabando. «Él sabía vivir y priorizó a su mujer y sus hijos, olvidándose de otros proyectos que le habrían dado más dinero», resaltó recientemente Alfonso Rodríguez, biógrafo oficial del artista.
«Camarón vivió como quiso y antepuso siempre a su familia. Le daba igual el resto, tanto que le llamara Mick Jagger para cantar o que le dieran La Llave del Cante», apostilló el escritor en la presentación de La Chispa de la vida, escrita a cuatro manos con Dolores Montoya, nombre real de La Chispa. En ese libro se asegura que José Monge también fue «un hombre entregado a la música. En su estudio de grabación creaba y escuchaba desde música árabe a rock». La leyenda... era cuestión de tiempo...