ANÁLISIS

La barrera de seguridad

Seguridad y eficiencia. Esos son los dos principios básicos por los que todo piloto debe regirse en su ejercicio profesional. Para llevarlos a la práctica es fundamental contar con la formación y los conocimientos necesarios y con la experiencia suficiente para aplicar un buen criterio profesional en cada operación de vuelo. Aunque la mayoría de las operaciones aéreas se llevan a cabo en condiciones normales, en ocasiones los pilotos nos encontramos ante situaciones críticas y de gran complejidad sobre las que tenemos que tomar decisiones en segundos, tratando sobre todo de garantizar la seguridad de nuestros pasajeros. En esas ocasiones el criterio profesional, la experiencia y el entrenamiento son nuestros principales aliados.

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El jueves la tripulación del vuelo 1549 de US Airways se enfrentó a una de esas situaciones límite, especialmente inusual, que les llevó a amerizar en las aguas de un río. Se trata de una decisión arriesgada para un piloto. Los simuladores en los que se entrenan todas las posibles maniobras y circunstancias que pueden surgir durante el vuelo no reproducen los amarajes. Por lo tanto, no es una situación entrenada ni conocida.

Las compañías tienen establecido el procedimiento a seguir en caso de amaraje, pero incluso bajo circunstancias controladas y con tiempo para cumplir los pasos, el comportamiento de un avión ante una maniobra tan comprometida es difícil de calibrar. Lo único que puede evitar el accidente es la pericia del comandante. Sólo una correcta preparación de la tripulación puede considerarse el factor decisivo para que hoy tan sólo tengamos que recordar un hecho insólito.