ETA busca una matanza de ertzainas mediante una doble bomba-trampa
La banda usó su explosivo más potente y diseñó una celada en fases para cazar a quienes acudiesen en ayuda de los primeros heridos
Actualizado:Sólo la prudencia de la Ertzaintza evitó una matanza. Los artificieros de la policía autonómica vasca lograron desactivar ayer dos sofisticadas bombas-trampa que ETA había preparado en los accesos a un repetidor de telefonía, Internet y televisión en la localidad guipuzcoana de Hernani.
Los artefactos estaban listos para estallar cuando los funcionarios, en plena noche, tropezaran con unos cables casi invisibles que debían pisar al acercarse a revisar los daños provocados por una bomba-cebo que estalló durante la madrugada. Pero los agentes, cautos, prefirieron posponer la inspección hasta disponer de luz diurna.
La emboscada, según mandos de la Ertzaintza, estaba «perfectamente diseñada». Nunca antes ETA había preparado una cadena de trampas tan complicada. Los terroristas comenzaron a tejer la encerrona a la una de la madrugada. Sin aviso previo, un artefacto de mediana potencia estalló junto a la caseta de la antena repetidora, situada en un paraje apartado del barrio de Santa Bárbara, en Hernani.
El estallido se escuchó en toda la comarca y dejó sin servicio a los abonados de la zona. Según los primeros análisis, ETA usó en ese primer artefacto unos ocho kilogramos de amonitol, una mezcla de amosal y nitrometano, explosivo de alto poder destructivo.
De inmediato, varias patrullas se trasladaron a las inmediaciones, pero enseguida llegó la orden taxativa de los responsables de la Ertzaintza: nadie debía acceder al área más cercana al repetidor hasta que no llegara el día.
En el recuerdo, dos recientes ocasiones, en febrero y abril del pasado año, en las que ETA había hecho estallar pequeños artefactos en repetidores de Bilbao y de Lapoblación (Navarra) como cebo para cazar después a los agentes con otras bombas-trampa mucho más potentes.
Las patrullas desplazadas a Santa Bárbara se limitaron a constatar desde puestos de observación alejados que la bomba no había provocado daños personales, sólo desperfectos materiales de mediana entidad en las instalaciones.
Con las primeras luces del día, los funcionarios de la Unidad de Explosivos de la Ertzaintza comenzaron a inspeccionar la zona palmo a palmo y con sumo cuidado.
Lo primero que encontraron en el camino de acceso a la caseta fueron tres pequeños carteles escritos a mano y una pintada en la que se podía leer en euskera «Kontuz Bonba. ETA» (Atención bomba. ETA).
Apenas minutos después confirmaron sus sospechas: todo era una encerrona. A 60 metros del repetidor y a unos diez metros del camino de acceso había una mochila. De ella salía un sedal casi invisible que cruzaba la vía. El cordel estaba conectado al detonador de una olla a presión, listo para estallar en el momento que un policía o un vehículo de la Ertzaintza moviera el hilo.
La Consejería de Interior aseguró no tener «dudas» de que si algún agente hubiera tropezado con el sedal, el estallido habría alcanzado a los patrulleros o a los artificieros. La bomba, que fue desactivada, contenía diez kilogramos de amonitol y dos kilos de metralla.
Pero la trampa etarra resultó ser más enrevesada. Antes del mediodía, los agentes comprobaron que la banda había colocado otra bomba en las inmediaciones. Un segundo artefacto, también oculto en una mochila, fue hallado a escasos metros del anterior. La bomba era muy similar a la primera: contenía unos ocho kilos de amonitol dentro de un recipiente metálico, pero no tenía metralla. Los artificieros optaron por no desactivarla y provocar su voladura controlada. Como la anterior, se activaba mediante un cable oculto entre la hierba que debía provocar la explosión cuando algún agente tropezara con él, pero disponía también de un mecanismo temporizador que debió haber provocado la explosión a las 3.30 horas de la madrugada del viernes, pero falló.
Los investigadores creen que, con ese sistema, ETA intentó una segunda masacre entre los policías y equipos de socorro que hubiesen acudido a la zona para ayudar a los agentes sorprendidos por la primera trampa.
Durante toda la jornada, expertos de la Ertzaintza rastrearon la zona a la búsqueda de nuevos artefactos, sin resultado positivo.
Mandos de la Policía Autonómica vasca destacaron el grado de «sofisticación» de las trampas, casi imperceptibles, de laboriosa preparación. En las dos celadas anteriores, los terroristas usaron un sensor de movimiento y una bomba temporizadas, sistemas menos complejos.
«Intentos de asesinato»
El Gobierno vasco condenó los «intentos de asesinato», apoyó a la Ertzaintza como «institución al servicio de la sociedad vasca» y «a todos y cada uno de los agentes que trabajan cada día para garantizar la seguridad de sus conciudadanos», y exigió a la izquierda abertzale que se sume a la condena «si quiere tener alguna legitimidad moral para representar a un sector de la ciudadanía». Los aludidos mantuvieron su estrategia y eludieron cualquier condena del atentado.
El delegado del Gobierno en el País Vasco, Mikel Cabieces, mostró su «condena y rechazo más absoluto» al atentado y aclaró que sus autores «sólo pueden aspirar a ser detenidos y juzgados».
El PNV denunció la «irracionalidad» de la violencia y de ETA, que «sobra y estorba», y recordó que la Ertzaintza es una de las instituciones «más queridas» por los vascos y un «pilar de nuestro autogobierno».
Los socialistas vascos señalaron que «frente al terrorismo, lo único que cabe es mantener la firmeza democrática» y la defensa de «todos los caminos que nos lleven a acabar con ETA para consolidar la paz y la libertad».
El PP apoyó a la Policía Autonómica Vasca y apostó por la «derrota» de los terroristas como único camino para la paz. Los sindicatos de la Ertzaintza renovaron su compromiso con la sociedad y advirtieron a la banda ETA de que «nos tendrá siempre enfrente».