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Camino equivocado

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Carlos Sainz y su copiloto se vieron obligados ayer a abandonar el Dakar sudamericano con el coche inservible, tras caer por un terraplén de cuatro metros mal señalizado en la hoja de ruta. Perdieron la posibilidad de ganar la prueba a sólo tres días de la meta en Buenos Aires, pero salieron por fortuna casi ilesos del accidente en una carrera cuyos integrantes han calificado de inhumana. Pero eso no es lo más grave, porque este tipo de rallies llevan al límite a automóviles y conductores en una suerte de deporte extremo que los participantes asumen desde la salida. Lo censurable es que una mala señalización o una deficiente organización incapaz de localizar a un piloto perdido durante tres días que acabó falleciendo conviertan una carrera de aventura en una trampa mortal. Si la pretensión de los organizadores era agrandar la leyenda del Dakar, bastaba con el forzoso cambio de escenario por las amenazas sufridas por la prueba tradicional.