IMPARABLE. Una columba de blindados israelíes se dirige hacia la capital de la Franja, donde se levanta una columna de humo por los continuos bombardeos. / AFP
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Israel hace de la ONU objetivo militar

Lanza todo su poderío contra la Franja de Gaza para ahogar a Hamás a la vez que valora el alto el fuego

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No conviene hacer quinielas en Oriente Próximo y menos con un actor como Israel lanzado a fulminar a Hamás. Pero el brutal ataque con que ayer envolvió en llamas la capital de la Franja, podría ser el principio del fin de esta guerra. A imagen de la enloquecida ofensiva ejecutada en los últimos días de la contienda contra Hezbolá en 2006 -cuando el Ejército judío recurrió a las bombas de racimo para castigar a su enemigo con una tregua ya firmada-, Israel empleó a fondo todo su potencial militar contra Gaza, el mismo día en que su propio Gobierno y las filas adversarias emitían nuevos mensajes que hacían pensar en un cercano alto el fuego. La televisión egipcia dio por hecha la aceptación de parar la guerra por parte de Hamás. Mientras, desde Jerusalén, el portavoz del primer ministro, Ehud Olmert, decía anoche que «hay dinámica en las conversaciones para una tregua».

Para forzar a Hamás a claudicar o, quizás, para aprovechar el tiempo antes de un acuerdo que obligue a cesar los combates, Israel fue a por todas. Usó el ataque selectivo, para abatir en Yabalia al ministro del Interior del movimiento radical, Said Siam, jefe de los más de 13.000 policías que estos días combaten en las calles a los soldados, al que asestó un certero golpe que también acabó con su hijo Mohamed, su hermano Iyad y el mando supremo de los Servicios de Seguridad, Salah Abu Shreh.

Al mismo tiempo, las fuerzas hebreas se entregaron al bombardeo masivo que hizo arder la poca ayuda humanitaria llegada en las fechas más recientes y a dañar a las organizaciones que asisten a los palestinos. Particularmente, la sede central de la Agencia para los Refugiados de la ONU, contra la que el Ejército lanzó proyectiles de artillería de 155 milímetros y fósforo blanco. Un oficial de Naciones Unidas, Frances Claret, confirmaba que la sustancia abrasiva había traspasado el chaleco antibalas que vestía uno de los trabajadores.

Espanto de Ban Ki Moon

No importó que el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, estuviera a la misma vez entrevistándose con la jefa de la diplomacia hebrea, Tzipi Livni, y que a la salida de la reunión, tachara espantado de «atrocidad» lo sucedido. Mientras el político surcoreano hablaba en Jerusalén, al este de Ciudad de Gaza, en el populoso barrio de Tel Hawa, 450 grandes mutilados se veían atrapados en el hospital de Al-Quds bajo el fuego hebreo, que también afectó a una torre donde se alojan las televisiones y agencias de noticias internacionales. Desde una de ellas -Associated Press- los periodistas aseguraron estar recibiendo disparos de francotiradores judíos a través de las ventanas. En las calles, el caos de gente corriendo a buscar amparo en ninguna parte era desgarrador.

Con la decapitación de la cúpula de la Seguridad de Hamás y el varapalo a las instituciones que intentan sostener la supervivencia de los palestinos, Israel parecía ayer estar escenificando un golpe final para empujar a los islamistas a una tregua sin demasiadas condiciones. Los tanques judíos rodearon toda la mañana la casa en Gaza de Mahmud al-Zahar, fundador y mando duro del grupo fundamentalista, ahora en paradero desconocido.

Los oficiales clamaban venganza por la muerte de Siam y el jefe supremo de la formación integrista, Jaled Meshal, juraba desde Damasco que los suyos no van «a levantar la bandera blanca». Pero al mismo tiempo, fuentes diplomáticas difundían en declaraciones a Reuters que Hamás había comunicado a Egipto por la noche su oferta para una tregua de un año a cambio de que Israel saque de Gaza sus tropas en una semana y abra los pasos fronterizos.