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Las fuerzas de seguridad intentan rescatar a los tripulantes del avión que flota en el río Hudson. / Ap
accidente aéreo

Sobreviven los 155 pasajeros de un avión tras un aterrizaje de emergencia en el río Hudson de Nueva York

La pericia del piloto de la aeronave evita una nueva catástrofe en la ciudad de los rascacielos

MERCEDES GALLEGO |
CORRESPONSAL. NUEVA YORKActualizado:

El espectacular amerizaje de emergencia de un avión cargado de pasajeros en las aguas heladas del río Hudson devolvió ayer a los neoyorquinos el mal cuerpo del 11-S. Nada en comparación a lo que sufrieron las 150 personas a bordo, que fueron rescatadas por los ferris de pasajeros que habitualmente unen las dos orillas, una en Nueva York y otra el estado vecino de Nueva Jersey.

«Iba conduciendo por la Autopista del Oeste a la altura de la calle 50 cuando vi una gran aeronave volando muy bajo», narró una mujer a la cadena CBS. «Por un momento temí que se fuera a estrellar contra un edificio, pero luego vi que se posaba con total control sobre el río, como si fuera una pista. Inmediatamente una ola salpicó toda la carretera».

Eran las 15.31 horas cuando los bomberos recibieron la primera llamada de auxilio. Las puertas de emergencia del aparato se abrieron justo a la altura de la terminal de ferris de pasajeros situada al norte del barco museo 'USS Intrepid'. Y en cuestión de minutos media docena de barcos rescataban a los pasajeros que salían y les esperaban temblorosos en un ala del avión. En menos de una hora todos los ocupantes estaban en tierra, mojados y castañeando de frío, muchos sufriendo hipotermia, pero con vida. «Esta noche volverán todos a casa con su familia», anunció satisfecho el gobernador de Nueva York, David Paterson.

El vuelo 1549 de US Airways acababa de despegar de La Guardia, tradicionalmente utilizado para vuelos domésticos, y llevaba solo tres minutos de camino a Charlotte (Carolina del Norte), cuando el piloto reportó problemas en los motores. Los primeros informes culpan a una bandada de gansos que se enredó en ambas turbinas y le hizo perder el control. Convencido de que no podría volver al aeropuerto, el comandante decidió intentar amerizar el aparato en pleno río Hudson, ante la sorprendida mirada de los turistas que inundan Manhattan.

Jeff Galloy estaba sentado en el asiento 22A. Desde la ventanilla vio el motor izquierdo del avión estallar en llamas. «Amigos, tienen que prepararse para un aterrizaje muy, muy duro», les advirtió el piloto por los altavoces. «Todo el mundo empezó a rezar y a mirar el agua», recordó el joven, con la voz temblorosa, pero la gorra intacta.

Golpes contra el techo

Fue un amerizaje forzoso, donde los viajeros chocaron unos contra otros y sus cabezas golpearon el techo del avión. Tan pronto como concluyó la maniobra, «el avión empezó a llenarse de agua rápidamente y salimos por el ala». Fuera, la temperatura de Manhattan era de siete grados bajo cero, pero con una sensación térmica de -14, a la que había que sumar la helada brisa que raseaba sobre el Hudson. Los bomberos calcularon que ninguno de los viajeros podría sobrevivir así más de veinte minutos.

Mientras el avión se deslizaba por el agua hasta el Bajo Manhattan, la tripulación de cinco miembros del Airbus 320 era atendida en el hospital St. Vincent del West Village, el mismo que recibió la avalancha del 11-S. Ayer algunos pasajeros simplemente se dieron la vuelta, cogieron un taxi y se marcharon a casa. Así de impresionante fue el orden y la compostura en este accidente sin víctimas, que hará del piloto un héroe. «Teníamos un milagro en la calle 34 y ahora tenemos un milagro en el Hudson», dijo el Gobernador. «No se podría rezar por un resultado mejor», añadió el alcalde.