Opinion

Exigencias sin tregua

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Las exigencias expuestas por Hamás para aceptar el plan egipcio de pacificación demuestran de qué modo las posiciones más extremas tienden a retroalimentarse en el conflicto israelí-palestino. En una organización así, en la que conviven habitantes de Gaza con activistas asilados en otros países de la región, ejecutores de los planes terroristas con militantes comprometidos en prestar servicios a la comunidad para asegurar el arraigo islamista, cada decisión verbalizada refleja un punto de equilibrio entre las distintas sensibilidades; y cada acto de violencia es muestra del margen de maniobra que los más iracundos tienen para operar como intérpretes de esa decisión. En este sentido, los términos empleados ayer en El Cairo por el líder de Hamás Salah al Bardawil podrían resultar, en su ambigüedad, más inquietantes que esperanzadores. Una postura que en ningún caso pone en aprietos al Gobierno israelí, obcecado en proseguir con su ofensiva sobre Gaza hasta un minuto antes de que se formalice una tregua bilateral.

Rebasada la escalofriante cifra de 1.000 muertos palestinos a causa de los continuos bombardeos por parte de Israel, todo parece indicar que el fanatismo alimentado a causa de tan execrable matanza impide que en el seno de Hamás alguien se atreva a preguntar en voz alta qué habrá conseguido el movimiento islamista aunque -cosa improbable- acabasen imponiéndose sus condiciones de tregua. El horror que padece la población de Gaza y el interminable conflicto que soporta la región convierten el más inestable alto el fuego que pudiera darse en una puerta abierta a la esperanza de miles de familias, sobre todo en la franja y también en territorio israelí. Pero aunque la conducta hasta ahora prácticamente unánime de la clase política de Israel y el recuento diario de las víctimas de su ofensiva estén generando un rechazo sin precedentes en la opinión pública internacional, ello no exime a Hamás del emplazamiento de esa misma opinión pública para que renuncie a lanzar cohetes letales contra la población israelí. Sólo la credibilidad de un compromiso de este tenor podría justificar que Hamás exija observadores internacionales y no fuerzas internacionales de interposición.