«Hay un universo insólito detrás de cada objeto cotidiano»
El artista, considerado uno de los grandes creadores actuales, expone desde hoy en el Palacio Provincial
Actualizado:Chema Madoz trabajaba en un banco. Tenía 30 años. La tarea -mecánica y cargante- pasó de aburrirle «un poco» a deprimirle «demasiado». «Me di cuenta de que me estaba dejando los días, las semanas, los meses y los años en un curro que no me permitía ni la dosis mínima de creatividad». Decidió marcharse «antes de que fuera demasiado tarde» y se descubriera comportándose «como un autómata». Se fue a la calle en un triple salto mortal sin red. Llevaba un tiempo experimentando con las imágenes, pero ni siquiera soñaba con la posibilidad de convertir su pasión (la fotografía) en una forma de vida. Ahora, con un Premio Nacional a sus espaldas y numerosos reconocimientos internacionales, se le considera uno de los grandes referentes de la creación contemporánea española. Aquella arriesgada apuesta personal le mereció la pena. Si alguien todavía lo duda, puede visitar desde esta misma tarde su última retrospectiva (2000-2005) en el Palacio Provincial de Diputación.
-Usted mira la realidad de una forma distinta. ¿De dónde viene ese afán por enseñar la cara fantástica de los objetos? ¿Tiene algo que ver con lo que le pasó en el colegio?
-Bueno, es posible. Necesitaría una buena ración de psicoanálisis para poder averiguar hasta dónde me marcó esa anécdota, aunque sea de un modo inconsciente. Supongo que fue uno de los múltiples desencadenantes que te hacen mirar la realidad de una u otra forma, pero no el único...
-¿Qué es exactamente lo que le ocurrió?
-Yo andaba por los cinco o seis años, creo. Cuando llegué a clase (era el primer día), todos los alumnos estaban ya sentados y no había sitio. El profesor me dijo: «Enseguida te busco un pupitre». Me colocó ante una especie de calefactor enorme, en el que tenía que apoyarme para escribir. Empecé a pensar, aunque de un modo muy vago, que cada cosa podía ser una cosa distinta a la que realmente era.
-¿Y por qué la fotografía?
-Es el medio que me permite encauzar las imágenes que me rondan por la cabeza, descubrir los universos insólitos que hay detrás de los objetos cotidianos. Es el lenguaje que se ajusta a lo que quiero contar.
-Sin embargo, de un tiempo a esta parte, usted interviene en esos objetos, los modifica. ¿Por qué los fotografía después, en vez de exponerlos tal y como los deja?
-Es una cuestión de intencionalidad. No descarto crear exclusivamente para exponer esos objetos, pero todavía creo que me queda mucho por explorar en el camino que elegí. No siento que esté ante una vía agotada, sino todo lo contrario. Aún hay un extenso territorio por descubrir. De todas formas, la fotografía juega un papel mucho más importante en las piezas de lo que cabe suponer. No es sólo un medio, sino que también forma parte del mensaje.
-¿Cuál es ese mensaje? ¿Se fundamenta en la idea de 'sorpresa'?
-La sorpresa juega un papel importante, sobre todo al principio, cuando el espectador se acerca por primera vez a la imagen. Sin embargo, si las fotografías se quedaran en eso, tendrían un efecto limitado, perdurarían muy poco en el tiempo. Quiero pensar que estas imágenes pueden servir como punto de partida para la reflexión, que encierran un significado suficiente como para que cualquiera pueda convivir con ellas sin dejar de descubrir nuevos matices.
-¿El blanco y negro también es marca de la casa?
-Cuando el espectador se enfrenta a una imagen en blanco y negro toma conciencia de lo que se le quiere decir de una forma más rápida, más inmediata. También ofrece una determinada textura que ayuda a la idea de representación. Desde un punto de vista práctico, es perfecto para establecer nexos y vínculos entre elementos que pueden parecer, de entrada, muy dispares.
-Ha ido eliminando de sus fotografías cualquier resto de presencia humana ¿Por qué?
-Al principio aparecían personas, pero me di cuenta de que tenían un carácter casi objetual: no transmitían sus emociones, no comunicaban humanidad, así que, antes de cosificarlos completamente, decidí eliminarlos. De todas formas, el hecho de que no aparezcan personas físicas no significa que no podamos hablar de sus ideas o de sus sentimientos.
-¿Cómo ha afectado la revolución digital a su trabajo?
-No hay un influjo directo de lo digital en mis imágenes, es cierto. Sigo trabajando en analógico, en negativo, y positivo después. Hoy por hoy no veo necesario utilizar las nuevas tecnologías, aunque soy consciente de que, cuando lo haga, mi trabajo variará radicalmente.
-Trabajaba en un banco y lo dejó porque le deprimía. Fue una apuesta arriesgada. ¿Se arrepintió alguna vez, antes de que le llegara el éxito?
-No, aunque no lo considero un acto de valentía, sino de necesidad. Sabía que estaría permanentemente frustrado haciendo lo que hacía, y tomé una decisión. Eran unos años en los que la fotografía era casi sinónimo de testigo, no había mucho sitio en galerías y museos para este tipo de propuesta. A mí lo que me llamaba la atención era que podía jugar, inventar, falsear la realidad. Fue un descubrimiento que me empujó a volcarme en ese lenguaje. Y desde entonces...