COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

No puedo evitarlo

De entre los buenos propósitos que me hice para el nuevo año -sí, también soy así de friki y de superficial, qué le vamos a hacer- me quedo con la firme intención de no ser crítica, negativa, derrotista, o como quieran ustedes calificar a la tendencia innata de observar la botella siempre medio vacía y la realidad tal como nos la pintan. Y aunque todavía no me ha dado por leer libros de autoayuda, ni hacer Reiki, ni meditación, ni sesiones de control mental -todavía, insisto- no dejo de reconocer que intentar ver el lado positivo de las cosas puede ayudar a sobrellevarlas. Dicen algunas teorías que ante las adversidades uno se crece si consigue dar la vuelta a las contrariedades, lo que antes llamábamos «efecto Pollyana» y que por efecto de la resignación, es posible cambiar el mundo sin necesidad de destrozarlo. Sólo hay que enfrentarse al problema, observarlo, estudiarlo y buscarle la parte positiva, que dicen que tiene. Y que a partir de ahí se vive con otra tranquilidad de espíritu.

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Vamos, que al mal tiempo, buena cara. Es lo que vienen a decirnos los mentalistas estos. Que se consigue más por las buenas que por las malas. Vale. Pues en eso estoy. Con el firme propósito de no ser destructiva, ni mordaz, ni irónica, ni políticamente incorrecta. Con la sana idea de contribuir al bienestar social y a la paz mundial desde mi condición de ciudadana.

Y confieso que me está costando más que a Perlita de Huelva mantener el tipo en el reto de Se llama Copla.

Porque me enfrento a él, lo observo, lo miro, intento ser buena, buscarle el lado positivo pero no puedo evitarlo: ¿Qué feo es el cartel de Semana Santa!