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DESPEDIDA. Bush en la sala de prensa de la Casa Blanca. / AFP
MUNDO

Bush se despide de la prensa y deja a los historiadores la labor de juzgar su mandato

Hubo un tiempo en que George W. Bush ladraba a los periodistas críticos durante sus escasas conferencias de prensa, pero ayer no tuvo más que emotivos agradecimientos. Era su última comparencia como presidente y la primera desde que Muntazer al-Zaidi le tirase los zapatos a la cabeza en Bagdad. Nadie tuvo que descalzarse antes de entrar, como algunos temían. «Hemos pasado mucho juntos», les dijo lacónico el mandatario.

MERCEDES GALLEGO
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«Miro en la sala y veo a Jake, Mike, Herman, Ann Parece que fuese ayer cuando estábamos en campaña y vosotros analizabais mis discursos y mis políticas», suspiró. Ayer lo que se analizaba era su legado, algo que Bush prefiere dejar a los historiadores para que dicten sentencia «cuando la historia de Irak se haya escrito», convencido de que su decisión de enviar otros 30.000 hombres hace dos años afectará al veredicto más que la ausencia de armas de destrucción masiva, «una decepción» para él.

Bush espera una medalla por no haber tirado la toalla cuando la violencia se apoderó de Irak, porque «en vez de aceptarlo y decir no vale la pena, o la situación política lo dificulta porque mi partido puede terminar mal en las elecciones, decidí hacer algo al respecto y me opuse a la retirada». Bush, el incomprendido, no aceptó que hubiera fallado a su pueblo en Nueva Orleans por la lenta respuesta ante el huracán Katrina, donde su única duda es si debería haber aterrizado en la ciudad inundada en vez de inspeccionarla desde el aire. A su sucesor le deja eso y el consejo de vigilar a sus amigos de donde le vendrán «las mayores decepciones», advirtió el presidente.