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Editorial

Deriva improcedente

Las afirmaciones realizadas ayer por el presidente Rodríguez Zapatero sobre la crisis en Gaza, a apenas unas horas de la gira diplomática por la región que emprenderá hoy el ministro de Asuntos Exteriores y coincidiendo con multitudinarias manifestaciones en Madrid y otras capitales españolas en contra de la intervención israelí, introducen una censurable deriva en la gestión responsable que merece un conflicto tan sangriento y enquistado como el que sacude Oriente Próximo. La crudeza de la incursión del Ejército israelí en respuesta a la ruptura de la tregua por parte de Hamás y la reiterada negativa del Gobierno de Tel Aviv a escuchar las exigencias de un alto el fuego por parte de la comunidad internacional, cuando se han cumplido ya dos semanas del inicio de los bombardeos sobre la Franja, están provocando una oleada de reacciones en todo el mundo en solidaridad con el pueblo palestino; unas muestras de empatía que se han ido multiplicando en distintos puntos de nuestro país conforme se ha agravado la situación de los habitantes de Gaza. La pancarta de la marcha convocada ayer en Madrid por partidos como el PSOE e IU y por organizaciones sindicales, en la que se llamaba a parar «el genocidio palestino», ejemplifica un estado de indignación hacia la actitud de Israel cuya legítima expresión no debería dar lugar, sin embargo, a valoraciones extremistas ni ser utilizada, en ningún caso, como cobertura para abanderar intereses políticos de parte y menos cuando éstos afectan a una materia de Estado como la estrategia en el exterior.

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El renovado llamamiento de Rodríguez Zapatero a Israel para que ponga fin a su intervención militar resulta coherente, como él mismo quiso subrayar, con la posición crítica que ha venido manteniendo el Gobierno. Pero si su concurrencia con las manifestaciones de irritación en la calle, respondidas ayer por la embajada israelí, puede conferir un sentido crítico a sus palabras que supere la literalidad de las mismas, lo que resulta difícilmente justificable es que el presidente optara por pronunciarse sobre un asunto que compromete a la diplomacia española en el contexto de un mitin electoral en Galicia y la víspera del viaje a Oriente Próximo del ministro Moratinos. En ese marco, su apelación añadida para que Rajoy «se moje» sobre el conflicto israelí-palestino acaba implicando una simplista identificación de la posición propia en un contencioso tan complejo como la única acertada y justa.