Caos por explicar
La comparecencia ayer de la ministra de Fomento para ofrecer explicaciones sobre el caos en Barajas sirvió para despejar si el Gobierno iba a actuar contra Iberia, pero no para determinar la parte de la responsabilidad en la parálisis que Magdalena Álvarez asegura estar dispuesta a asumir. La recuperación paulatina de la normalidad en el aeropuerto madrileño tras dos días de incidencias continuadas, que condenaron a desesperarse a más de 50.000 viajeros, llevó a Álvarez a congratularse de la supuesta celeridad con que se han restablecido las operaciones tras la clausura de cinco horas de las pistas por la nevada del viernes y a reiterar que el hielo y la limitada visibilidad forzaron el cierre por motivos de seguridad; argumentos que apuntaló enumerando los 25 aeródromos internacionales que han suspendido vuelos en este período invernal. Pero ni esta comparación ni la justificación genérica sobre la necesidad de proteger la integridad de los pasajes, aunque este objetivo fuera del todo razonable, bastan para explicar las notorias deficiencias que han quedado evidenciadas en el funcionamiento del cuarto aeródromo de Europa ante una nevada muy copiosa pero no tan excepcional como daría a entender un colapso de esta envergadura.
Actualizado: GuardarLa única decisión concreta que anunció la ministra fue la apertura del expediente a Iberia, una medida inevitable ante las múltiples denuncias de usuarios de vuelos cancelados y la constatación de que ha sido la línea aérea que más ha tardado en recobrar la normalidad. La responsabilidad que ha contraído la compañía en el intolerable abandono soportado durante horas por los viajeros no puede obviar, no obstante, que los retrasos en los aviones que opera eran ya habituales en las últimas semanas por efecto de la huelga de celo encubierta de los pilotos, y que han tenido que registrarse unas circunstancias extremas para que se produzca una reacción institucional ante las inconveniencias y la desinformación que venían sufriendo desde hace tiempo los usuarios de Iberia. La censura a la aerolínea no mitiga la obligación de la ministra de Fomento de ofrecer explicaciones con mayor prontitud de lo que lo ha hecho, de corregir los errores cometidos y de evitar desmerecer con el tono displicente de su discurso la paciencia resignada de los miles de afectados.