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El laberinto del gas

Atenazada por su dependencia de los recursos energéticos rusos, la Unión Europea trata deconectar su red de gasoductos con el Magreb, Nigeria o el Cáucaso

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En julio de 2007, Nicolas Sarkozy acudió raudo en ayuda de las seis enfermeras búlgaras y el médico palestino encarcelados en Libia, acusados de contagiar de sida a cientos de niños. Tras el calvario sufrido durante los ocho años en las espeluznantes prisiones libias, es probable que los sanitarios consideraran al mandatario galo como una especie de mesías salvador. Pero, ¿se debía simplemente al altruismo la urgencia francesa por liberarlos?

Cuando Rusia apoyó el verano pasado la independencia de las regiones georgianas de Osetia del Sur y Abjasia, que degeneró en una sangrienta guerra, ¿tenía sólo en mente la libre autodeterminación de los pueblos?

¿Qué tienen en común la resolución del caso de las enfermeras búlgaras, la guerra en Georgia, el conflicto del Sáhara Occidental o la candidatura de Turquía para entrar en la Unión Europea? La respuesta es simple: el esfuerzo de los países de la UE por sortear la dependencia energética de Rusia.

El último conflicto entre Rusia y Ucrania, que ha dejado tiritando a media Europa, ha puesto de manifiesto por enésima vez la necesidad de los Veintisiete por diversificar el origen de sus importaciones energéticas, en este caso del gas natural.

La Unión Europea importa cerca del 60% del gas que consume. Más de una cuarta parte de ese gas procede de Rusia, cuya todopoderosa compañía estatal Gazprom bombea el combustible a través de tres grandes gasoductos. El mayor de ellos, el de la discordia, es el que pasa por Ucrania, pero también existe otro que cruza Bielorrusia, conocido como 'Yamal-Europa', y un tercero que pasa por Turquía, el 'Blue Stream'.

La energía es, desde que se inventara la máquina de vapor, poder; y su control ha motivado gran parte de las guerras del siglo XX y las del nuevo milenio. A Rusia, como ha demostrado en numerosas ocasiones, no le tiembla el pulso a la hora de utilizar su enorme poder para conseguir sus objetivos políticos. La Unión Europea, con escasos recursos energéticos propios, rehuye plantarle cara al gigantesco vecino y sigue calificando de disputa comercial el cierre del grifo del gasoducto que pasa por Ucrania. Pero, ¿qué otras alternativas tiene Europa?

Los principales suministradores de gas a la UE son, después de Rusia, Noruega, del que importamos un 16,7% del total consumido, Argelia, con un 10,9% y Nigeria, del que procede el 2,7 del gas que utilizamos. Mientras que Reino Unido y Holanda se abastecen casi principalmente del gas que producen ellos mismos, procedente de las reservas del mar del Norte, el resto de países necesita importar para satisfacer su demanda. Y, especialmente en el este de Europa, el suministro procede casi exclusivamente de Rusia.

Uno de los planes pergeñados por la UE para deshacerse del yugo ruso lleva el nombre de 'Nabucco'. Igual que en la poderosa y homónima ópera de Verdi, donde los esclavos hebreos claman contra la opresión extranjera, los Veintisiete buscan con este proyecto una mayor independencia energética.

'Nabucco' es el gasoducto proyectado por la Unión Europea que canalizaría gas procedente de las repúblicas ribereñas del mar Caspio hasta el Viejo Continente por el sureste de Europa, plan que se encuentra actualmente estancado. El gas, en una cantidad de hasta 31.000 millones de metros cúbicos al año, podría transportarse desde Azerbaiyán y Turkmenistán, pero también desde países como Egipto, Irak e Irán.

El gigante no se lo ha tomado, sin embargo, de forma muy amistosa y ha decidido contraatacar con otro gasoducto, el 'South Stream', que evitaría intermediarios como Ucrania, y que abastecería, a través de un trazado similar, al sureste de Europa. Y mientras que el proyecto del 'Nabucco' está paralizado, el 'South Stream' avanza a pasos agigantados, entre otras cosas por la buena sintonía entre Vladímir Putin y Silvio Berlusconi.

Intereses políticos

¿Qué frena el 'Nabucco' entonces? Los intereses políticos vuelven a escena. El trazado debe pasar por Turquía, aspirante a entrar en la Unión Europea, y Ankara, que sabe jugar bien sus cartas, aprieta las tuercas a la UE. No es el único país que se ha visto afectado por la carrera del gas en el sureste europeo, como bien saben los georgianos, cuyo país también se encuentra en el trazado del 'Nabucco'.

Nigeria, aunque en una medida más modesta, es otro de los principales proveedores de la UE. Sin embargo, el gas debe transportarse de forma licuada en barcos metaneros, lo que encarece su coste. La UE ha ofrecido su ayuda a Lagos para la construcción del 'Nigel', un gasoducto que atravesaría el Sáhara hasta Argelia, la otra parte interesada en el proyecto. De ahí cruzaría a Europa bien por las vías existentes, como el gasoducto que cruza el estrecho hasta Tarifa, o por el nuevo conducto que conectará Beni Saf con Almería, el 'Medgaz'.

El 'Nigel' se convertiría en el mayor gasoducto del mundo, con 4.128 kilómetros y podría bombear hasta 25.000 millones de metros cúbicos al año. Pero Gazprom también ha puesto sus ojos en Nigeria. El pasado septiembre, el gigante energético firmó un memorando de entendimiento con el Gobierno nigeriano para la explotación, desarrollo y transporte del gas. Y, ¿qué sucede con nuestros vecinos del sur? Argelia es el tercer proveedor de gas de la UE. Además es el principal suministrador de España, ya que el 33,7% del gas que utilizamos es argelino. La independencia del gas ruso nos ha librado de las ambiciones políticas del gigante, pero nadie está libre de las presiones.