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Familia afín a Jerez y al caballo (I)

Los Delgado aparecen ocupando destacados lugares en el sector del vino, la ganadería y la cría caballar

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Los que ostentan este apellido son componentes de otra gran familia de honda tradición jerezana. Durante generaciones, diferentes ramas de los Delgado aparecen ocupando destacados lugares en los sectores del vino y la bodega, la agricultura, la ganadería y la cría caballar. De entre ellos consideramos que Manuel Delgado Hernández y su familia, todos vinculados al mundo del caballo, merecen ser traídos a esta doble página para que los lectores de LA VOZ conozcan las razones por las cuales en su día el jurado calificador del premio Caballo de Oro decidiera otorgar tan importante galardón a este señor por toda una vida de trabajo y dedicación al noble bruto.

Nació Manuel Delgado el 4 de febrero de 1913 en la casa familiar de la calle Doctrina número 19. Casa que, aunque datada a finales del siglo XVIII, conserva en el interior de sus patios y cuadras, muros y paramentos de clara factura del siglo XVII. Por estas razones sus herederos se han preocupado de restaurar y poner en valor dicho inmueble respetando la tradición familiar, conservando el entorno en el que vivieron sus antepasados y que ahora mantienen para goce y disfrute de sus hijos y el de futuras generaciones.

Su guadarnés y colección de carruajes son un verdadero deleite para el visitante aficionado, el que nada más atravesar el umbral y acceder al patio principal se siente inmerso en la magia de un patrimonio netamente andaluz; donde aspiramos olores a cuero engrasado que flota en el ambiente mezclado con los aromas del jazmín y el limonero. Ya en ella reparamos en las gruesas puertas de caoba de Cuba tachonadas en bronce junto a las cabezas de toros, los lienzos de Rodríguez de Losada y, sobre todo, el Tylburi que, construido hace más de 100 años por el carrocero Renaud, luce espléndida su reciente restauración.

La casa

Invitado por los hijos de Manuel Delgado, María y Manolo, atravesamos el patio para adentrarnos por un pasillo hermosamente solado con lozas de Tarifa entrecasadas con otras de chinos rodados. Dicho corredor está flanqueado por dos estancias bajo cuyos arcos de medio punto se encuentra perfectamente alineada la colección familiar de coches de caballo. Mientras continuamos andando por el pasillo adornado de ruedas, lanzas, colleras y guarniciones, nos sentimos atraídos por la luz que entra por el cancel situado al fondo, el que al abrir y traspasar nos lleva a los patios interiores donde Manuel Delgado tenía las cuadras y los boxes y hasta, también, un pequeño picadero. Este espacio, hoy recuperado como zona de esparcimiento familiar, se encuentra decorado con el gusto propio de sus moradores y con la sobriedad que merece una casa de esta época.

La introducción de los Delgado describiendo la casa familiar es un tanto obligada, ya que la consideramos pieza clave en la trayectoria de esta familia, pues por ella no solamente han pasado varias generaciones, crecido sus hijos, etc, sino que en sus patios y dependencias se han fraguado mil historias y llevado a cabo tratos y operaciones en torno al caballo

Estudios

Cursó Manuel Delgado sus primeros estudios en el colegio de los Marianistas en la calle Porvera. De ahí fue mandado por sus padres al internado de El Palo en Málaga y de éste traído al colegio de los Jesuitas en El Puerto de Santa María. Aún joven, fallece su padre y con 19 años tiene que hacerse cargo de las fincas de labor y el ganado, pues ha de sacar adelante a su madre y a sus hermanos.

Eran tiempos difíciles, ya que al estallar la Guerra Civil española es llamado a filas, compartiendo las vicisitudes de la contienda con amigos y compañeros de colegio como Juan Pedro y Álvaro Domecq y Díez, Cristóbal Terán y Pepe Arredondo, entre otros. No cabe duda que su paso por colegios como Los Marianistas, El Palo y Los Jesuitas le hicieron tener una colección de amigos que da explicación al gran conocimiento, relaciones y don de gentes que tenía allá donde iba.

Al volver del frente, se encuentra con que las fincas que llevaba su padre han sido masacradas durante la guerra, expoliados los aperos de labranza, robadas y matadas las cabezas de ganado, por lo que tuvo que empezar de nuevo. Y en este período de la posguerra, duro pero esperanzador, se casa con doña María Benítez Llanos teniendo dos hijos: María y Manolo.

Negocios

Aquel gran número de amigos, relaciones y conocimientos le valieron a lo largo de su vida para hacer múltiples negocios y transacciones de todo tipo: corretajes y ventas de fincas y de ganado, sobre todo del equino, del que era un auténtico especialista. Todo Jerez y su provincia conocían la gran sabiduría que en este aspecto tenía El Chispa, sobrenombre o apodo heredado de su bisabuelo, quien coloquialmente usaba el diminutivo de Chispita para invitar a sus amigos a tomar una copa en una bodeguita que poseía en la calle Circo: «¿Vamos a tomar una chispa de vino!».

Aunque tuvo muchas oportunidades de trabajo, Manuel Delgado prefirió ser un hombre libre, dedicándose a lo que más le gustaba: el mundo del caballo. Y, aunque era fiel al refrán «la viña y el potro que lo cuide otro», debido a su gran afición nunca dejó de estar inmerso en él, a pesar de que en ocasiones le costaba el dinero. No obstante, siempre estaba presto en ayudar al que en este aspecto lo necesitaba.

Carreras de Sanlúcar

Es notorio cómo en la década de los 60, la sociedad organizadora de las Carreras de Caballos de Sanlúcar de Barrameda, debido a una crisis, estuvo a punto de suspender dicho evento, pero sus responsables, con Cayetano Bustillo Delgado a la cabeza, recurrieron a Manuel Delgado, quien, con la inestimable ayuda de su hija María, partió para Madrid con el propósito de paliar el problema.

Una vez en la capital recibió la llamada de los organizadores, comunicándole la decisión de suspender las carreras, a lo que Manuel Delgado contestó: «Estoy en Madrid en el Hipódromo de la Zarzuela y acabo de comprar dos camiones de caballos». Al día siguiente apareció en Sanlúcar con los dos camiones, evitando así que se interrumpiera la tradicional carrera. Pero no fue sólo en esta ocasión, hubo otras más en que puso su cuadra de caballos de carreras a disposición de la organización sanluqueña porque no tenían caballos para dar el pistoletazo de salida.

Caballos

Como ya hemos mencionado, Manuel Delgado era un enamorado del caballo en todas sus vertientes. Y si lo fue en la cría, también gustó de la doma y por ende de los coches de caballos y de las buenas guarniciones, de lo que también era sumamente entendido.

En este aspecto, por su casa pasaron coches y carretellas de todo tipo, marca y país de fabricación, algunos de ellos de reconocidos talleres y firmas de fama mundial, que hoy podemos encontrar en numerosas colecciones de coches de enganche como la de la Familia Terry, entre otras.

Como era de esperar, sus hijos han seguido la tradición familiar, sobre todo María, a la que, dada la afición que su progenitor le infundó, hemos visto durante todo la vida en torno al caballo: como amazona, como experta conductora de enganches, siempre participando y colaborando en la organización de los diferentes concursos que en Jerez se han llevado a cabo.

En la actualidad son sus nietos Manolo y Antonio, ya avezados jinetes, los que, continuando la afición familiar, participan en competiciones de salto y otras disciplinas hípicas.

(Mañana, en estas mismas páginas de LA VOZ, segunda y última parte del reportaje sobre la familia Delgado)