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Opinion

La teta pública

La dulce ubre, cuando toca chupar de ella. La pólvora del rey, que no se escatima cuando no cuesta. El problema es que esa pólvora que tan alegremente se quema a veces no la paga el rey. El dinero público se amasa en buena parte con los impuestos directos e indirectos que han sido impuestos al ciudadano, conviene no olvidar este detalle. Yo, cada vez que hago una factura y de la cantidad por mi trabajo he de restar el quince por ciento como retención, me acuerdo.

JUAN BAS
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Y por esta relación tan crematística y obligada con el poder es por lo que a uno le gusta saber en qué se gasta el dinero público o a quién se le da y para qué. En concreto, me refiero a las subvenciones a artistas para la producción de su obra. Y como ejemplo de lo que según mi criterio no se debe hacer, a dos subvenciones que me parecen desaforadas y sin justificación.

La primera es a la película Sangre de mayo, dirigida por José Luis Garci, que fue subvencionada con el presupuesto completo de Telemadrid para ayudas a la producción cinematográfica. No sé cuánto era, pero desde luego la película es muy cara. Acabo de verla y para colmo es rancia y de escaso interés.

La otra subvención es la de los setecientos mil euros al músico Kepa Junkera para la producción de tres discos. Dinero puesto por la Consejería de Cultura del Gobierno vasco y en buena parte por la de Asuntos Sociales, detalle este último alucinante.

Creo que en ninguno de los dos casos deberían haber recibido subvención alguna porque ambos son profesionales de larga trayectoria que deben apañarse con la producción privada y la venta de sus obras. Además, las subvenciones son altísimas dado lo faraónico de los proyectos, en lo cual buscan su justificación. Creo que no es así. La cuestión no es el tamaño, sino el interés.

Las subvenciones no deben servir para pagar favores políticos o favorecer por amiguismo, y no deben darse a profesionales consagrados. La filosofía de la subvención ha de ser ayudar al que empieza, y ha dado indicios de talento y seriedad, para que ponga en pie una obra que sin dinero público no podría realizar porque no ha entrado todavía en los circuitos profesionales en los que rige tanto el nepotismo como en los políticos.