SIN TECHO. Palestinos que han perdido sus casas por los bombardeos permenecen refugiados en una escuela de la ONU. / AP
MUNDO

Tres horas diarias para respirar

Israel detendrá sus ataques de una a cuatro de la tarde para el abastecimiento de la población

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Mientras la diplomacia se felicitaba por la disposición de Israel a aceptar los principios de un plan franco-egipcio de alto el fuego, su Ejército sacaba ayer en plena noche de sus hogares a más de ochocientas familias del sur de la franja de Gaza bajo la amenaza explícita de un bombardeo inminente. «Debido a que Hamás utiliza vuestras casas para ocultar y obtener armas militares de contrabando, las Fuerzas Armadas van a atacar el área entre la frontera con Egipto hasta la carretera de la playa», advertían los panfletos del pánico lanzados desde los aviones que empujaron a los civiles a refugiarse con lo puesto en dos escuelas de Naciones Unidas. Casi al mismo tiempo, la cifra oficial de muertos en la Franja ascendía a 702.

La orden de evacuación en el entorno de Rafah era entendida ayer como el primer resultado de la determinación a «continuar» con la ofensiva bélica que el Gabinete de Seguridad israelí aprobaba a primera hora de la tarde. Esa reunión era, según ponía la prensa local en boca del ministro de Defensa, Ehud Barak, la cita clave en la que se iba a decidir «el destino de la operación». Y, por lo que parece, Israel resolvió ayer conducirse una vez más por aquella enseñanza de Ben Gurion que recomienda combatir en la guerra como si no existiera la paz y buscar la paz como si no existiera la guerra.

Y es que, horas antes de dar luz verde de nuevo a los tanques y a la aviación sobre Gaza, el Gobierno de Tel Aviv dio muestras, bajo una intensa presión internacional, de caminar tímidamente hacia posturas que podrían sugerir un arreglo. Por primera vez en doce días de combates, el Ejecutivo de Ehud Olmert mandaba detener la ofensiva entre la una y las cuatro de la tarde, hora local, para permitir la entrada en la Franja de una insuficiente, aunque necesaria, ayuda humanitaria.

Crisis de supervivencia

La alarma del Comité Internacional de la Cruz Roja sobre el peligro de una crisis de supervivencia real para el millón y medio de palestinos que malviven en Gaza, unida también a la intervención directa de la secretaria de Estado norteamericana, Condoleeza Rice, se traducían en este mínimo respiro. El tiempo era aprovechado por la población para hacerse con comida o visitar a familiares y por las ambulancias para recoger cadáveres en puntos antes amenazados de ataque. Expirado el plazo, los bombardeos se reanudaban en Rafah, Yabalia y Beit Lahia sin apenas dar tiempo a los civiles a regresar a sus casas. Que la medida se repita, señalaba ayer el funcionario del Ministerio de Defensa, Peter Lerner, dependerá de la decisión que se tome cada día, previo estudio «de la situación». Sobrevolando la convulsión terrenal de Gaza, la diplomacia de altos vuelos se daba ayer a sí misma ánimos para seguir. Desde el Palacio del Elíseo, un precipitado comunicado proclamaba a media mañana que «el presidente se felicita profundamente por la aceptación, por parte de Israel y de la Autoridad Nacional Palestina, del plan franco-egipcio presentado ayer en Sharm el-Sheij». El mensaje aludía al plan propuesto un día antes por Nicolas Sarkozy y su homólogo egipcio, Hosni Mubarak, para establecer una tregua limitada con carácter inmediato que daría paso después a reuniones para intentar alcanzar acuerdos duraderos, incluido el levantamiento del bloqueo sobre Gaza.

Euforia

La euforia gala sobre la iniciativa -ya amparada por Estados Unidos y el presidente palestino, Mahmud Abbas- se estrellaba ayer, no obstante, con la ambigüedad de Israel y el escepticismo de Hamás.

«Tenemos que mirar los detalles de la iniciativa porque desafortunadamente esto depende de cómo se organizará. Un papel por sí solo no puede cambiar la situación», decía el presidente israelí, Simon Peres, aunque el Gobierno envió ayer al jefe negociador del Ministerio de Defensa, Amos Gilad, a emprender conversaciones intensivas en El Cairo.

Desde Hamás, su portavoz apreciaba «una buena atmósfera para el diálogo» y la posibilidad de que «los contactos podrían iniciarse a finales de semana». La dirección en el exilio del movimiento islamista advertía, sin embargo, que la resistencia seguirá mientras continúe la ocupación.