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EL MAESTRO LIENDRE

El país del miedo

Nos anunciaron el Efecto 2000, el choque de civilizaciones, la gripe aviar, el fin de las lluvias... ¿Por qué vamos a creerles ahora?

JOSÉ LANDI
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Un escritor sevillano, de sólo 34 años, ha firmado un novela fascinante. Los que tenemos tantos títulos atrasados de grandes nombres de la literatura, casi nunca encontramos hueco para leer a alguien más joven, que está empezando, semidesconocido (para estos lectores irregulares, porque Isaac Rosa ya acumula premios, prestigio y ofertas). Así que resulta asombroso descubrirlo como autor de El país del miedo, una especie de enciclopedia del acojone que compila todos los temores, los que tenemos y los de otros, los que tuvimos, los crónicos y los que vendrán, para redondear una obra apasionante, por oportunidad, por concepto y por estilo. Nunca tuvimos más ni mejor, pero jamás estuvimos tan asustados, quizás porque sólo se puede ser pobre o temeroso, no hay nada entre medias.

El que tenga ánimo para ver en papel los terrores que nunca confiesa, los accidentes o agresiones que imagina pero de los que nunca se habla, tiene una cita con esta novela, que cobra más sentido en un cambio de año, fecha propicia de augurios y supersticiones. Los temores de los que habla el escritor son, aunque universales, personales.

Pero ahora son días de terrores colectivos. Es el gran momento. Un almanaque a la basura y, el que lo sustituye, a la cocina. Es el mejor momento para cagarnos todos a la vez. Qué será, será. Resulta difícil saber si estamos locos porque nos acongojen, si los que mandan están locos por asustarnos o si se suman las dos paranoias a la vez.

El efecto 2000 que iba a paralizar todas las máquinas del mundo y nos iba a devolver en un segundo a la edad de piedra se quedó en nada. Ni la más chunga de las cafeteras se dejó confundir por el cambio de dígitos. Después vino la amenaza terrorista, que iba a cambiar el mundo capitalista tal cual lo conocíamos. Ha resultado que el capitalismo era la amenaza que peor colitis provoca. Luego vino la gripe aviar, que hasta hace unos meses pronosticaba una pandemia que pasaría de los pollos a los humanos para saltar de un continente a otro y provocar un gigantesco ERE en la población mundial de vivos. Que se sepa, las víctimas en todo el planeta no han pasado de media docena... de patos.

También, a principios de 2008, especialmente, llegó la hora de cubrirse ante el inevitable cambio climático. El calentamiento del globo terráqueo nos iba a condenar a vivir en un microondas, sólo pendientes del momento en el que íbamos a reventar dentro, como las palomitas. Nos vaticinaban el fin de las lluvias, hasta el punto de que un chaparrón cualquiera sería tan excepcional que la gente bajaría de sus casas con las sillas para verlo, como si fuera a pasar la cabalgata.

Resulta, bien al contrario, que las reservas de agua, en esta zona semidesértica de Europa, son mayores que nunca y que el único problema que ha creado el clima en Cádiz este año es, precisamente, una concentración de chaparrones tan grande que anegó media ciudad en una madrugada terrible. Aunque el deterioro sea innegable, admitamos que nos importa un huevo en estos momentos.

Nos anunciaron, con gran derroche de imágenes, sonido y papel que un acelerador de protones cambiaría el sentido de la rotación del universo, que incluso crearía un agujero negro que nos tragaría. Lo único cierto que se supo después es que se le averió la trócola o una bujía, y que no llegó ni a ponerse en marcha siquiera. Encima, unos adolescentes entraron en el sistema informático desde sus casas para burlarse de los responsables del invento que iba a cambiar el mundo, pero que lo dejó como estaba.

Ahora toca tiritar de miedo ante lo que se avecina con las empresas, los puestos de trabajo y el desempleo. Pero si el pasado año, cuando nos dijeron «Feliz 2008», nos lo creímos y nos han tangado, tampoco habrá que creerse todo lo que nos pintan de 2009.

Es más, resulta previsible que en la ciudad de Cádiz baje mucho el paro, aunque sólo sea porque perdemos población a tal ritmo que le estemos embarbetando desempleados a otras localidades vecinas.

Aunque sólo sea por chulería, por llevar la contraria, por molestar... bienvenido 2009, ya veremos si es tan cabrón como cuentan. Un gran periodista veterano de Cádiz, maestro discreto, certero y bondadoso de varias generaciones de juntaletras, dice que «va a ser un buen año». Yo confío en él más que en toda esa horda de comentaristas, blogueros y tertulianos disfrazados de Nostradamus.

A LOS MATONES

Todo el agradecimiento y la consideración a los que escribieron co-mentarios respetuosos, con argumentos, réplicas, matices, críticas, rechazos, a favor o radicalmente en contra de lo que se publicó en esta página el pasado domingo.

A los que enviaron amenazas o insultos, muchas carcajadas. En algunos casos se trata de subalternos de distintas siglas, sectarios en nómina, colegas resentidos, necios que creyeron inventar el cadismo y seres acomplejados con los que hay que cruzarse. Los que desean al prójimo el silencio, la muerte o la desgracia laboral sólo necesitan un poco de paciencia. Todo llegará, pero por ahora...

Sus frustrados salivazos son medallas de honor. Una señal reconfortante, que anima a seguir y confirma el camino. Sería realmente repugnante tener su apoyo, complicidad o amistad. Lo del ciberinsulto, el ciberdesprecio o la ciberamenaza es como el cibersexo pero sin webcam, es decir, una paja mental anónima que muere en manos de su autor.

Se trataba de intercambiar opiniones, pero si alguien prefiere jugar a otra cosa, mentar familiares, intentar el ataque personal o faltar como Dios manda, tendrá que hacerlo en primera persona, sin un alias que oculte su sexo, edad y nombre. Eso sí, es preciso soltar el teclado, salir, acercarse y dar la cara. Eso no está al alcance de todos.

Fue divertido. Sólo lamento la pechá que se tuvo que dar mi compañera de internet María de los Santos Jiménez. Eso sí, también se hartó de reir. Ya le compensaré el esfuerzo de tener que recoger tanta mierda. La próxima vez, friego yo.

landi@lavozdigital.es