Incierto semestre
Actualizado: GuardarLa llegada de la República Checa a la presidencia semestral del Consejo de Europa someterá a una dura prueba el sistema rotatorio de la UE que durante medio año estará en manos de un gobierno caracterizado por su escasa ambición europeísta, cuando no por una apreciable resistencia a respaldar políticas comunitarias de carácter estratégico. La presidencia checa coincide con el final del semestre francés que, de la mano del hiperliderazgo protagonizado por el presidente Nicolas Sarkozy, ha puesto sobre la mesa el debate sobre la conveniencia de mantener vigente el sistema rotatorio de la presidencia comunitaria.
El euroescepticismo checo y la modestia de sus aspiraciones comunitarias no serían, sin embargo, un problema, si la crisis económica global no amenazase con empeorar y el Tratado de Lisboa estuviera ya a pleno rendimiento. En cualquier caso y pese a la ausencia de algunos procedimientos y la necesidad de determinados progresos institucionales, se avecinan meses complicados en los que se hará preciso un fuerte liderazgo en Bruselas y una mejor concertación europea para superar la crisis económica y financiera. En previsión de los imponderables del incierto semestre checo, el Consejo Europeo ha reiterado el compromiso de los 27 para aportar el 1,5 % del PIB de la Unión mientras la Comisión ha anunciado la flexibilización de las reglas de libre competencia y favorecerá una interpretación menos rigurosa del Pacto de Establidad y Crecimiento, ya reformado en 2005, para tener en cuenta situaciones de recesión. Pero la presidencia checa no tendrá sencillo el camino porque las aspiraciones de Durao Barroso a la reelección pueden inclinar a la Comisión a trabajar estrechamente con los países más grandes, orientando pero también limitando a la presidencia checa, tanto en cuestiones internas como en la proyección exterior de la UE.
La Unión se enfrenta, además, al reto de fortalecer las relaciones con EEUU una vez que Barack Obama se convierta en su 44 presidente. Pero las contradicciones europeas en materia de seguridad y sus limitaciones para la negociación global, obligan a la UE a convertirse en socio imprescindible para Washington renovando el contenido de la Agenda Transatlántica con propuestas e iniciativas diplomáticas, económicas y medioambientales con las que dar una nueva dimensión política a la creciente interdependencia económica entre ambas orillas del Atlántico. El talante populista y poco europeísta del presidente checo Vaclav Havel no debería ser obstáculo para que la República Checa avance en la normalización de las relaciones con Moscú, garantice la seguridad energética, logre mediar en la escalada de la violencia en Gaza y abra camino a las relaciones con los países de la Europa del Este. Nadie en la UE exigirá a los checos una presidencia que pase a la historia, pero tampoco perdonará que se desande el camino andado.