Cartas

Dimitir por responsabilidad

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Cumplí los dieciocho años con dos grandes ilusiones: votar y donar sangre. Lo segundo lo hice una semana después de mi cumpleaños, lo primero en las últimas elecciones generales. Muchas de las otras cosas, aunque extraoficialmente, las puedes hacer antes de tu cumpleaños civil y sin embargo son las que aparentemente todos los jóvenes ansían. No entraré en si nos hace falta una Educación para la ciudadanía como asignatura escolar, pero parto de que una educación en democracia es necesaria en un estado que quiere ser democrático. Al igual que en la educación moral, podemos discutir quién la ha de impartir, si ha de ser responsabilidad pública o privada, individual o familiar, pero todos estamos de acuerdo en que es condición sine qua non para la convivencia en sociedad. Ahora es el turno de las preguntas concretas. ¿Qué pasaría si en las próximas elecciones generales sólo se presentase un candidato? No, cuesta imaginarlo. Vayámonos pues, entonces, a algún pequeño municipio, poco poblado, de esos que nunca salen en las noticias: se presenta sólo un partido a las elecciones. Vayamos aún más lejos. ¿Qué pasaría si sólo fuese el candidato a alcalde a votar y decidiese votarse a sí mismo?

De esta hipótesis de la imaginación pasemos a un caso concreto, porque los hay, y oiremos opiniones como estas: «Bueno, saldrá elegido el que se presente y seguirá teniendo el mismo poder, da igual cuántos votos tenga». « ¿Para qué voy a ir a votar si sólo hay un candidato?» «De todas formas no nos va a representar y hará lo que le de la gana».

No hablo de elecciones municipales ni nacionales pero hablo de un tipo de elecciones que se dan en este país y que tienen la misma carga democrática: las elecciones a delegado de curso en la Universidad (debo especificar que en una facultad de la UCA, único caso que conozco personalmente). Pienso ingenuamente que la mayoría de cosas en la vida son una cuestión de fondo y no de forma. Con eso también me refiero a que uno no es universitario con sólo pagar las tasas ni es ciudadano democrático con sólo cumplir dieciocho años en un Estado de derecho. O al menos no debería ser así.

Problema nº 1: nunca debería haber un solo candidato.

Problema nº 2: el voto siempre es válido. El salir elegido por mayoría no siempre asegura la legitimidad del cargo.

El caso concreto: yo fui la tonta que se votó a sí misma a primera hora de la mañana pensando que más tarde vendrían mis compañeros a apoyarme.

Me encuentro en una situación difícil: ¿soy representante solo de mí misma? ¿He de representar a todos (los que no me votaron es redundante) a pesar de ellos mismos? ¿Debería haber votado en blanco?

¿O debo, moral, cívica y democráticamente, dimitir por responsabilidad?

Anónimo. Cádiz.