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GUERRA. Un militante del movimiento radical palestino armado en la franja de Gaza. / AFP
MUNDO

Una criatura de Israel

Tel Aviv financió a Hamás para convertirla en contrapeso político del nacionalismo de la OLP de Arafat

LAURA L. CARO
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«Hamás es una criatura de Israel, y en tiempos del primer ministro (Isaac) Shamir le dio dinero y más de 700 instituciones entre colegios, universidades, mezquitas... Incluso, Isaac Rabin terminó admitiéndolo cuando le acusé de ello, en presencia del presidente egipcio Hosni Mubarak». Yasser Arafat, el histórico líder palestino, no es recordado como un modelo de credibilidad ni de juego limpio político. Pero estas palabras suyas, pronunciadas en una entrevista publicada por el italiano Corriere della Sera en 2001 y nunca desmentidas, siguen considerándose testimonio principal de que el Movimiento de Resistencia islámica es prácticamente un hijo de Israel.

A la sombra del enfrentamiento mortal que ambos han mantenido durante décadas, y que ha desembocado en la feroz lucha de estos días, no han faltado voces que consignan que Hamás está siendo a Tel Aviv lo que Irak ha supuesto para EE UU. Y es que Israel financió, directa e indirectamente, entre la década de los 60 y hasta mediados de los 80 a la organización que hoy combate en Gaza, precisamente con la intención de convertirla en un contrapeso del nacionalismo de la OLP de Arafat.

Altos funcionarios americanos, particularmente de la CIA, han confirmado estos hechos que Israel prefiere olvidar, pero que sustancian investigaciones del Centro de Estudios Estratégicos de Haifa o de EE UU., junto a reputados analistas políticos e investigadores del avispero de Oriente Próximo. «La ayuda de Israel a Hamás fue un intento claro de dividir y diluir el apoyo a una OLP fuerte y laica oponiéndole una alternativa religiosa», sostiene el periodista Richard Sale, basándose en documentos del Instituto Internacional de Políticas Antiterroristas del Estado judío, y coincidiendo en sus conclusiones con expertos como Anthony Cordesman.

Los orígenes remotos de lo que luego fue Hamás se remontan al momento posterior a la Guerra de los Seis Días de 1967, cuando células de la Hermandad Musulmana de Egipto desplegaron sus eficaces actividades de educación y apostolado en los países árabes vencidos por Israel. En 1978, el jeque Ahmed Yassin registraría la rama palestina de este exitoso fenómeno, -el todavía vigente Al Mujamma al Islami, germen de Hamás-, y un año después recibiría el permiso oficial de Israel. Su Gobierno vio en este centro un movimiento moderado con tanta capacidad de seducción popular que, pensaron, podría contrarrestar en la calle el poder de la entonces violenta OLP, autora de secuestros y ataques aéreos contra suelo judío. Matthew Levitt, subsecretario de Inteligencia del Tesoro de EE UU, asesor del FBI y autor del libro Hamás, señala que Israel permitió doblar el número de mezquitas en Gaza entre 1967 y 1986, el 40% de ellas controladas por Al Mujamma.

Carta fundacional

El grupo creado por Yassin y apoyado por Israel comenzó a crecer y radicalizarse en los 80 al ritmo de la revolución islámica en Irán, la brutal invasión israelí del Líbano, el surgimiento de Hezbolá, el desplazamiento del cuartel general de la OLP de Beirut a Túnez, que les dejaba el terreno libre, y la primera Intifada de 1987. El 15 de diciembre de ese año, el jeque crearía Hamás, y un año después, su carta fundacional reflejaría el objetivo del movimiento de eliminar el Estado de Israel y establecer un Estado islamista entre el Mediterráneo y el Jordán.

En 1991, Hamás asesinó en el asentamiento Kfar Darom de Gaza al civil Doron Shonshan, lo que se considera su primera atentado terrorista. En 2006, tras la evacuación de Gaza, Occidente, como en Irak, llevó a elecciones a los palestinos, que celebraron unas votaciones limpias, certificadas por observadores internacionales. Pero que ganó Hamás, el partido más radical, el más combativo, el que no tocaba, y con una mayoría de 74 diputados frente a los 45 de Fatah, la organización que Arafat fundó.