Mi carta a los Reyes
Actualizado:No sé porqué sigo creyendo en sus ilustres majestades. Pero, lo cierto, es que no lo puedo evitar. Creo en ustedes, queridos monarcas, como creo en la esperanza en un mundo mejor. Creo en Melchor, Gaspar y, sobre todo, Baltasar -que para ello fue siempre mi preferido- del mismo modo que creo, más bien estoy seguro, que 2009 no podrá ser peor que el año que acaba de finalizar.
La esperanza, que dijeron una vez en aquella manoseada frase que es lo último que se pierde, alimenta esa fe que ahora me anima a poneros estas líneas en el buzón de la ilusión. Espero que no me la extravíen no la desidia ni el materialismo ni el pragmatismo ni la envidia ni el rencor ni... Lo cierto es que los riesgos de que alguno de esos villanos -en el sentido más peyorativo aplicable a esos contravalores- son grandes.
En ella va mi petición de salud. Si se recupera Manolito, y sigo encontrándomelo en la calle, sus cariñosos gestos serán el mejor regalo. También va solicitud de que no llueva el Miércoles Santo -ni el domingo ni el lunes ni...-. Si así fuera, el especial sabor de mi penitencia valdrá, seguro, para la nueva Semana Santa y por aquello que dejó de ser la de 2008.
Tampoco falta en mi carta, queridos Reyes Magos, la solicitud de un pastor que nos escuche y que, consecuentemente, dé continuidad a cuánto el que se nos podría marchar en breve ha hecho por las cofradías. Da igual, querido Andrés que lo pides en tu Cofrademanía, que venga sabiendo o no que queda por coronar la Esperanza. Nosotros le explicaremos cuán importante es, para nosotros, mantener esa expectación de Madre que, aplicada a nuestra vida, ya nos salva con sólo sentirla.