¿Para qué correr tanto?

Para qué correr tanto. Para qué pensar si la deuda del crédito para construir Tribuna la podrán pagar nuestros nietos. Si el Castillo de San Sebastián estará a tiempo, si al Oratorio se tendrá que entrar con casco de obra o si Santa Bárbara será todavía otro love-parking como el de La Gallega-Santibáñez. Paren máquinas, que esto se acaba en 2012. Ese año llegará el fin del mundo y no lo dice Paco Rabanne, que aparte de hacer vestidos hot-trendy con chapitas de metal, no ha demostrado muchas dotes de adivino. Lo dice el calendario maya. O los que lo han descifrado. Unos apuntan ya hasta la fecha: 21 de diciembre de 2012. Para entonces -dicen los amigos de Iker Jiménez- seremos polvo galáctico, nos caerá encima un cometa del tamaño del sol o entraremos en una nueva era en la que nos lo vamos a flipar.

Lo bueno de hacer predicciones es que, como son actos de fe, como los de las religiones legales, puedes decir lo que quieras. Y si te equivocas, ya tendrás una forma de reinterpretarlo: Dios, el Cosmos o la Madre Naturaleza decidieron salvarnos in extremis.

Lo digo porque tenemos tantos proyectos, tantas obras, tantas cosas pendientes para 2012 (no les torturaré enumerándolas) que da sustituto. Mejor lo dejamos aquí, si total vamos a morir todos abrasados. Igual seguimos tres años más recorriendo el paseo Fernando Quiñones para encontrarnos la puerta cerrada. «Ah del castillo», dicen algunos guiris malinformados. Y aún esperan respuesta.

Mejor también que dejemos el parking de Canalejas: total, ya nos hemos acostumbrado a pasar a toda velocidad por el carril de la verja del muelle, como si fuera el circuito de Montecarlo.

Dejemos así Santa Bárbara, donde uno siempre encuentra sitio para aparcar cuando ya siente que la sangre no le circula bien por las extremidades.

Quietos los del segundo puente, los del AVE y los tranvías. Y el señor que diseñó el Museo del Carnaval, que se haga un plotter para acordarse de lo bonito que era su proyecto. Si total...