Mad Men
Actualizado: GuardarLa ven sólo un millón de gatos porque la emite una televisión de cable (AMC) pero Mad Men ha sido la serie del año en Estados Unidos. Por los premios recibidos, por los premios por recibir y porque la crítica sigue tan deslumbrada como cuando se estrenó (julio 2007). Tiene atmósfera propia como Pushing Daisies, es más bonita que un San Luis, luce como Marnie, The Best of everythig o Pijama para dos pero es más enjundiosa (sin olvidar la cabecera a lo Saul Bass).
El 26 de octubre terminó la segunda temporada que hoy estrena Canal Plus (la primera está en DVD). Hace un año dudaba si Mad Men no sería como las mujeres guapas, que deslumbran menos el segundo día. Pero no. Aunque a los adoradores de la serie (Amy Amatangelo de TV Gal o Maureen Ryan del Chicago Tribune) se les vaya un poco la mano con sus alabanzas es verdad que la serie ha crecido. Incluso donde es más grande: en sus silencios, en lo que no explica. Es mucho más que una ambientación fabulosa y el retrato de una época de cambios porque si no estaría al mismo nivel que la deliciosa Puente de Brooklyn (una familia judía en el Nueva York de mediados de los 50). Pero tiene razón Amy Amatangelo en que la serie te sumerge tanto en su mundo que cuando se acaba es como si te hubieras fumado un cigarrillo. Te sumerges tanto que a lo mejor en el primer capítulo no te llama la atención el ginecólogo que, fumando y atendiendo solo a Peggy, la avisa de que como se acueste con muchos hombres le va a retirar las píldoras anticonceptivas que acaba de recetarle. O que un ejecutivo persiga por toda la oficina ante el jaleo general a una de las secretarias para ver de qué color lleva las bragas. Los ejecutivos de publicidad de la agencia son como Jayne Mansfield decía que eran los hombres: unas criaturas con dos piernas y ocho brazos. Pero no hay que mirar a los publicistas de la Avenida Madison en los 60 con los ojos de ahora. Hay que odiar a Pete Campbell, probablemente el mejor personaje, y disfrutar de Don Drapper. O de Jon Hamm, que es el actor que lo interpreta y un sex symbol revelado que ha hecho temblar los cimientos de George Clooney. Vuelve el hombre y el hombre es Don Drapper, con su pelo en el pecho y su pasado oscuro. Un hombre hecho a sí mismo.