Ofensiva con réditos electorales
Israel sopesa detenidamente el ataque terrestre contra Gaza dado el beneficio de las encuestas que la operación ha supuesto para Barak
Actualizado: GuardarLas maniobras políticas para poner fin a la operación militar Plomo sólido lanzada por Israel hace hoy ocho días podrían estar, en esencia, ya en proceso. A falta de tan solo cinco semanas para que el Estado judío celebre el próximo 10 de febrero elecciones generales, todos los análisis sobre la evolución de la guerra se concentran ahora en predecir cuál el siguiente paso a dar por su capitán, el ministro de Defensa, Ehud Barak, a la luz de las encuestas que en estos momentos señalan como el gran beneficiado de la ofensiva contra Gaza.
Aunque los políticos claman solemnemente que no se hable de política en tiempos de sangre, resulta prácticamente imposible creer que mientras las bombas caen en la Franja, en Israel, los ojos de los que se juegan el cargo en los siguientes comicios no estén puestos en los sondeos. Insistiendo en los resultados del estudio de opinión publicado esta semana por el rotativo Haaretz, el periódico Maariv sacaba ayer a la luz los datos que revelan que, de celebrado ahora las votaciones, Barak obtendría 16 diputados.
Cinco por encima de los que conseguía hace una semana, cuando el Partido Laborista que encabeza todavía sufría de caída libre y riesgo de desaparición. Ese aumento demuestra que el viento ciudadano sopla por primera vez en meses a su favor: un 78,9% de los encuestados por el Maariv reconocía «apoyar mucho» la decisión de lanzar al Ejército contra Hamás, tan hábilmente patrimonializada por el titular de Defensa.
Según explicaba una voz cercana al ministro, para Barak ha llegado el momento de pensarse el inicio de una incursión terrestre en la Franja y la fuerza a emplear en ella: «No está ansioso por expandir la guerra con una operación por tierra -aseguraba la fuente- e intenta ganar tiempo». «Está asustado de entrar en Gaza por razones políticas», han señalado, por su parte, miembros del Gabinete de Seguridad israelí.
Para sus propios objetivos de supervivencia, Barak ha conseguido alzarse como el artífice de la recuperación del Ejército que perdió la guerra de Líbano -«la capacidad de disuasión contra Hamás es optima», decía el máximo mando militar, Gaby Ashkenazy-, ha laminado los símbolos de Gobierno hasta dejar la Gaza de los islamistas en la edad de piedra y tiene sus virtuales 16 escaños. Suficientes para ser una poderosa bisagra en el próximo Gobierno de Israel. En este marco, cobran sentido los esfuerzos que Barak empleó sin éxito el día 31 de diciembre para hacer prosperar en su reunión con el primer ministro, Ehud Olmert, y la jefa del gobernante partido Kadima, Tzipi Livni, la propuesta de tregua que planteó Francia.
Cuatro opciones
«En principio -escribía el analista Ben Caspit- hay cuatro opciones para una operación terrestre de varios tipos y grados de intensidad. Y está la cuestión de cómo y cuándo terminar. Con un arreglo, como Olmert, Barak, y también Ashkenazi quieren, o con disuasión pero sin acuerdo, como desea Livni».
La infantería y los blindados están apostados a metros de la franja de Gaza hace días. Desde ayer, se han instalado letrinas y duchas portátiles como si la espera fuera para un largo tiempo. Barak sabe que su ventaja es débil y que la gente le juzgará por el final de la contienda: de mandar los tanques, su única baza es que el resultado se perciba como una victoria. Las bajas militares podrían hundirle.
En cualquier caso, Barak cobra fuerza a costa de partidos residuales como el Meretz y los Verdes. El empate en lo más alto de las encuestas entre Livni y el jefe del derechista Likud, Benjamín Netanyahu, apenas se resiente. La ministra es el gran obstáculo para cerrar la guerra mediante un acuerdo con Hamás, y ha optado por defender una línea dura -seguir hasta tumbar a largo plazo el régimen islamista-, que tantos réditos electorales puede aportarle. Netanyahu, que no tiene papel ejecutivo en esta operación, ha parado su campaña. Una vez más, su apuesta es el silencio que, como le enseñó Ariel Sharon, al final es poder.