Palabras contra bombas
Las palabras veraces amenazan siempre el poder potencial de cualquier grupo de fanáticos o de mafiosos. Nuestros periodistas no lo suelen contar, por lo que pasa desapercibido que son los discretos y corajudos protagonistas de uno de los pilares de resistencia al fanatismo terrorista que surge en el País Vasco y Navarra desde hace décadas. La gran mayoría de ellos ha vencido el miedo interior, sin doblegarse mental ni moralmente a la tentación de la autocensura. Los fanáticos nacionalistas son capaces de asesinar y de vulnerar los derechos humanos y de causar un dolor perdurable, pero gracias al coraje profesional de tantos periodistas también podemos juzgar con claridad el fondo patético de su amenaza. Son patéticos sus comunicados y propaganda. Patéticos los componentes de sus comandos. Cada vez más patéticas sus movilizaciones. Patéticos los dirigentes que van sin pistola. Patético el intento narcisista de buscar el protagonismo público en plenas navidades, cuando se retiran incluso los mayores divos del firmamento político. Son patéticos porque más allá de lo que destrozan a su paso, no resultan importantes colectivamente para nuestra sociedad.
Actualizado: GuardarA pesar de atentados como el perpetrado por ETA en Nochevieja, las palabras veraces pueden con las bombas, aunque sea lentamente. El espíritu, finalmente, vence al sable. Napoleón lo supo hace ya mucho tiempo. Cuando hay palabras veraces, la empalagosa ciénaga de los fanáticos queda al descubierto y, una vez que son expuestos a la luz, se les ve narcisistas infantiloides y violentos, contrarios a la libertad de conciencia y de la vida Peligrosos sí, pero patéticos y cada vez más decadentes.