2009
Actualizado:uando acaba un año, todo el mundo hace balance de lo que ha pasado y trata de prever lo que pasará. Es humano: el pasado alivia, el futuro inquieta. En el ámbito de la tele, sin embargo, las previsiones suelen perder vigor: desde hace años viene pasando lo mismo, a saber, una acentuada tendencia a reducir la televisión a un simple expendedor de espectáculo. De aquella vieja trilogía que el canon universitario atribuía a los medios de comunicación -formar, informar y entretener-, la tele en España ha optado por no formar en absoluto, informar cada vez menos y poner todos los huevos en la cesta del entretenimiento, y esto último con dispar fortuna. Toda la discusión televisiva del año que termina se reduce a la guerra del fútbol, los distintos avatares de la llamada ficción española y el cotilleo vinculado a los concursantes de los diversos reality-show. No es que nadie haya hecho nada significativo en materia de información, por ejemplo, pero son como gotas mínimas en un océano de banalidad. Como esta es una tendencia sostenida en los últimos quince años, nada más fácil que augurar el futuro: seguiremos el mismo camino. Podemos apostar, por ejemplo, a que los grandes olvidados seguirán siendo los niños, el público infantil. Son centenares las voces -desde las asociaciones de telespectadores hasta los especialistas- que en los últimos años han denunciado la marginación del público infantil, la renuncia de los canales a tener algo parecido a una programación útil para los menores. Ninguna de esas denuncias ha servido para nada: los canales siguen a lo suyo, concentrados en la explotación comercial. Podemos excluir de un juicio tan severo a determinadas franjas horarias -más bien escuetas- en determinados canales públicos -más bien pocos-, pero la regla general es esa. Semejante negligencia no tiene por qué ser mala: empuja a las familias a buscar fórmulas de ocio alternativas a la televisión. Dentro de veinte años, aquí habrá dos Españas -entre otras-: la de los niños criados ante el televisor y la de aquellos cuyos padres pudieron ofrecer alternativas. Ahora todo el mundo se pregunta si la digitalización de la tele permitirá adoptar soluciones. Esto, no obstante, sólo es una incógnita: una de las muchas que abre el nuevo paisaje de la TDT. Pero 2009 todavía no lo verá.